La pasión es un grado. Cantar, tocar como si estuviera a punto de estallarte el corazón. Y que te estalle con cabeza, en una sola dirección, es un asunto al alcance de muy pocos.
Escuchando a The Thermals se me hace difícil no pensar en McCarthy: ese grado de pasión, ese arrojo y sobre todo: esas canciones. Otra vez todo son temazos de punk pop emocionado, político (el disco es una fábula orwelliana con Estados Unidos gobernada por fanáticos religiosos), de voz afilada, guitarras a todo trapo y batería que no deja estarle a uno los pies quietos. Otra vez todo es lo mismo y es mejor. La voz de Hutch Harris es cada día más la mezcla perfecta entre David Gedge (The Wedding Present) y John Darnielle (The Mountain Goats), todo suena más concreto (algo tendrá que ver la producción de Brendan Canty), las comparaciones necesitan más vueltas y es más y más difícil aislar unas canciones de otras. Lo cual no significa que todas las canciones sean iguales ni todo lo contrario: pensad en unos Mudhoney que hubieran nacido en la Inglaterra de Thatcher. Y no es broma.
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