El resultado vería la luz en 1997 en la forma de su disco más desnudo, personal y sentido hasta la fecha, el maravilloso “The Boatman’s Call” que se abría con estas inmortales palabras: "I don't believe in an interventionist God but I know, darling, that you do, but if I did I would kneel down and ask Him not to intervene when it came to you, not to touch a hair on your head, to leave you as you are and if He felt He had to direct you, then direct you into my arms" ("No creo en un Dios intervencionista, pero sé, mi amor, que tú sí. Pero sí lo hiciera, me arrodillaría y le pediría que no interviniese cuando se trate de ti, que no te toque ni un pelo de la cabeza, que te deje tal y como eres, y si Él sintiera que tiene que dirigirte, entonces, que te dirija a mis brazos").
La bestia gótica y cruda que nos había estremecido con asesinatos de feriantes, hombres a punto de recibir la descarga fatal de la silla eléctrica o siniestras figuras con capa negra y mano derecha roja, ahora nos estremecía el corazón exhibiendo sin miramientos el suyo propio hecho pedazos.
Cuando el mal de amores se curó el ex Birthday Party renegó de este ejercicio de exhibicionismo emocional, , se había expuesto demasiado, era un disco demasiado personal y sentimental, el Príncipe de las tinieblas se revolvía contra el disco en el que enseñaba el corazón sin filtros. Pero, con el tiempo, haría las paces con su disco más personal y bello, es más puede que este fuera el disco en el que abrió por primera vez la puerta al Cave más personal, al que volvería con ese díptico sobre la muerte de su hijo, “Distant Sky” y “Ghosteen” el momento en el que volvió a alcanzar la plenitud emocional logrado aquí. También al Cave que no duda en hablar directamente con sus seguidores a través de "The Red Right Hand".
Baladas asesinas y monogamia
Su relación con Carneiro ya había terminado cuando grabó “Murder Ballads” (y algún día un psicólogo nos explicará cómo se supera una relación grabando un disco sobre baladas de asesinatos y otro como “The Boatman’s Call”), el disco en cuya grabación conoció y comenzó su relación con PJ Harvey. Juntos grabaron la excepcional “Henry Lee” y cuando llegó el momento de grabar el vídeo para la misma, la tensión sexual entre ambos era evidente para todos.
La relación traspasó la pantalla y dos de los cantantes más intensos de todos los tiempos comenzaron una apasionada relación. Cave se encontraba en una nube, tenía por novia “a una cantante preciosa, joven y talentosa”, según sus propias palabras, así que cuál sería su sorpresa cuando una mañana recibió una llamada de Harvey informándole de que aquello había terminado. Los motivos nunca han sido explicado pero escuchando a Cave contarlo puede que nos hagamos una idea: “Esa llamada me sorprendió tanto que casi se me cae la jeringuilla". Si a eso le añadimos a dos artistas totalmente centrados en sus propias carreras y a un Cave que todavía no había interiorizado "el concepto de monogamia", quizás nos hagamos una idea.
Menos es más
El caso es que aquello le cayó como una bomba, creía haber encontrado a aquella a la que había estado esperando y lo único que consiguió fue volver a tener el corazón roto. “The Boatman’s Call” sería su remedio para intentar escapar de su embrujo. Llamó a los Bad Seeds y les enseñó las demos que había grabado él solo con su piano diciéndoles que intervinieran lo menos posible en las canciones.
Cave le llegó a preguntar a Mick Harvey si era necesario que estuvieran todos en el estudio, el guitarrista y mano derecha de Cave pensaba que este debería haber sido un disco en solitario. Pero, al final, Cave quiso a las malas semillas con él y sus aportaciones fueron fundamentales, tanto cuando tocan como, igual de importante, cuando no lo hacen, poniendo el foco en la voz y el piano.
Las 12 canciones formaban un viaje por las cicatrices amorosas de Cave, primero rememoraba su relación y ruptura con Carneiro, luego hacía una crónica de la fugaz y explosiva relación con PJ Harvey. Era un disco de ruptura clásico pero no había grandes recriminaciones, ni odio, a pesar de acabar de grabar un disco basado en crímenes pasionales, Cave se aleja de la odiosa venganza, y deja paso a una melancólica despedida, hay una quietud y una serenidad enormes en “The Boatman’s Call”.
El disco se abría con “Into My Arms”, mi canción favorita de toda su carrera, una esquelética y emocionante balada en la que a la profunda voz del australiano solo le acompañaban piano y bajo. Poco más se necesitaba cuando se tenía una melodía tan subyugante y una letra como la que aparecía en el segundo párrafo de este artículo.
Un ataúd de madera para el amor
“Lime Tree Arbour” comenzaba casi como un tema jazz, un piano y un bajo dialogando en una gran intro, hasta que la voz de Cave se hace la dueña, como en todo el disco, empezando a cantar las tres palabras que dan título al disco. “People Ain't No Good”, quizás fuera esta canción a la que se refería cuando hablaba de que el disco estaba demasiado a flor de piel, es evidente que con el corazón hecho astillas es difícil pensar en la bondad innata de la gente, nuevamente lo mejor llega con la entrada del violín funerario de Warren Ellis sobre el que Cave recita las dos mejores frases de la canción: "To our love, send a dozen white lilies, to our love, send a coffin of wood". El amor está muerto y enterrado.
“Brompton Oratory” le ve meterse en la iglesia y buscar una resurrección espiritual después de su ruptura sentimental. La canción se sustenta musicalmente sobre un órgano muy eclesiástico que le da a esta notable canción su alma. Cave continúa mezclando lo profano y lo sagrado pero el peso siempre cae del mismo lado, del amor condenado: "No God up in the sky and no devil beneath the sea could do the job that you did, baby, of bringing me to my knees". La guitarra acústica de Mick Harvey y el piano de Conway Savage, junto al órgano del propio Cave, le dan a “There Is a Kingdom” un aura de plegaria maravilloso, es otro de los grandes momentos del disco.
Hay una narrativa en el disco, después de su ruptura con Carneiro, Cave vuelve a fantasear con el amor, con la aparición de la persona que hará que todo cobre sentido en “(Are You) The One That I’ve Been Waiting For”. Nuevamente es algo muy cercano a lo religioso, la llegada del Mesías, el amor como equivalencia de Dios, de lo que da sentido a todo. La canción es una fantasía sobre la llegada de ese ser especial.
La segunda cara se abre con la despedida definitiva a Carneiro en “Where Do We Go Now But Nowhere?”, los tambores del carnaval le llevan a recordar el día de su vida que volvería a vivir si pudiera, uno junto a su primera mujer, el violín de Ellis le da el punto especial a las dolientes memorias de Cave.
Ojos verdes y pelo negro
Y entonces aparece la segunda figura del disco, PJ Harvey, primero se la presenta con “West Country Girl” y “Black Hair”. La primera es de las pocas canciones del disco que se abren con una acústica y no con un piano, tiene la misma tensión que se desprendía del vídeo de “Henry Lee”. “Black Hair”, montada sobre un órgano que parece llorar, es pura admiración por la figura amada. El fantasmal violín de “Idiot Prayer”, su órgano espectral enterrado en el fondo, las bellas notas del piano, aquí tocado por Conway Savage, esta es la mejor representación de los Bad Seeds adaptándose a la perfección a la atmósfera del disco
“Far From Me” es una recapitulación de toda su relación, compuesta según se iba desarrollando, el violín de Ellis recuerda a la viola disonante de John Cale en la Velvet, es el corazón de esta segunda parte. Termina con la llamada de teléfono que acabó con su relación, “eras mi amante de corazón valiente pero al primer regusto de problemas te fuiste corriendo con tu madre, tan lejos de mí”.
La despedida llega con “Green Eyes”, pura desesperación recordando unos ojos verdes, aquí sí que se deja al piano y la voz de Cave doblada casi sola. Suena a ‘crooner’ parisino borracho de alcohol y amor diciendo adiós para siempre. Es un final que se ajusta como un guante a la narración y cierra un disco bastante cercano a la perfección.
Alcanzando la plenitud a los 40
Puede sonar a sacrilegio, pero este es el disco que, no solo me sigue pareciendo el mejor de su carrera, sino el que inaugura el mejor periodo de su carrera. No es normal que un artista de 40 años saque su mejor disco, pero más raro todavía es que a partir de esa edad lleguen sus discos más interesantes.
Y eso que tras “The Boatman’s Call” llegó el periodo menos fértil de su carrera, dejó la heroína y encontró definitivamente a la que había estado esperando, Susie Bick, que se convertiría en su segunda mujer, cosa que sigue siendo hasta la fecha. Tenía, por cierto, los ojos verdes y el pelo negro.
Eso sí, un Cave desintoxicado y enamorado se encontró con un periodo de sequía creativa que le hizo temer por el futuro de su carrera. No fue así, desde “Abattoir Blues / The Lyre of Orpheus” hasta ahora solo ha sacado discazos.
Es evidente que “The Boatman’s Call” no nos muestra todas las facetas de Nick Cave, también lo es que no es el más representativo de su carrera, pero creo que es el más especial también por eso, por ser el más personal e íntimo, pero también el más desgarrador y el que mejor canciones tiene. En definitiva, el que nos deja ver, sin filtros, el corazón de la bestia.
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