Hablábamos no hace demasiado de la historia que dio pie a este cuarto larga duración de The Mars Volta, así que la repasaremos apenas fugazmente. Omar Rodriguez-Lopez compra una suerte de tabla ouija milenaria en Jerusalén. A partir de ahí, según los miembros de la banda, una calamitosa mala suerte salpica cada uno de sus pasos. De ahí que la única solución posible fuera, a modo de exorcismo, dar forma a este “The Bedlam In Goliath” a modo de disco conceptual sobre esa supuesta maldición.
Por eso no debe extrañarnos que Oriente Próximo tenga su protagonismo desde la misma portada del álbum, pasando por los minutos finales de “Aberinkula” (los aires moriscos se combinan con un saxo free jazz y los, como de costumbre, alocados solos de Rodriguez-Lopez… ¿O será John Frusciante de nuevo) o “Soothsayer”. Aunque quizás esos sean los mayores cambios con los que vamos a encontrarnos en “The Bedlam In Goliath” más allá del hecho de que la duración de los temas sólo supere los nueve minutos en dos casos (“Cavalettas” y la ya citada “Soothsayer”) o que la voz de Bixler se siga distanciándose paso a paso de sus referentes vocales más evidentes, sonando más, digamos, pop en algunos momentos.
Eso no significa que The Mars Volta hayan errado el tiro, sino que las directrices estilísticas de su enigmático universo están ya muy claras, en lo musical y en lo lírico (ahí están temas mitológicos como “Ourboros” –cuyo inicio por cierto recuerda a System Of A Down- para dejarlo claro). Sin sorpresas, pero sin decepciones. Esta vez no hay minutos de relleno, las canciones prácticamente siempre avanzan y, por lo general, suelen acabar cuando deben. El rock duro, psicodélico y lisérgico del grupo continúa funcionando y ahora con mayor concreción que en “Amputechture”, pese a que Rodriguez-Lopez dirija de nuevo la producción.
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