Medio siglo después de la disolución del grupo más relevante de la historia del pop, siguen apareciendo nuevas pruebas del laboratorio mágico en el que vivieron instalados entre 1966 y 1970 los Fab Four. Para la ocasión, un artefacto con nada menos que 27 rarezas a añadir al gran cofre Beatle. Y es que la atropellada realización del que, finalmente, fue su álbum de despedida contó con tantas horas de grabación que darían para una saga de volúmenes discográficos. Por lo de pronto, en esta mega edición del canto del cisne Beatle nos encontramos con jams como “Without a Song” o “The Walk”, además de ensayos de “Something”, e incluso una pieza en la que el mismo George Harrison se dedica a fusionar “I Me Mine” con “Wake Up Little Sussie”. Pero lo que resplandece por encima de todo es la espectacular versión que aquí se recoge de “Don’t Let me Down”, extraída de su legendario concierto de despedida.
Sólo por estas muestras de lo que los cuatro de Liverpool fraguaron tras “The White Album” (1968), esta caja cobra sentido total, como documento indispensable para entender el grado de intensidad creativa en el que vivieron inmersos Paul y compañía durante la grabación de este trabajo, lógicamente, conectado a la grabación de “Abbey Road” (1969), emparedado en medio de las diferentes sesiones y remezclas que vivió el disco que contiene “The Long and Winding Road” y “Across the Universe”, entre otras muestras de genio incandescente a la que nos malacostumbraron en sus años borrachos de musas.
Sin embargo, este tesoro cuenta con más reclamos, dos de ellos de gran atracción: la mezcla que Glyn Johns hizo del álbum en 1969, ciertamente intensa y ruda, para el grado de estilismo mágico alcanzado por los Beatles en aquellos años, y sobre todo la mezclas que Giles Martin, el hijísimo de George, hizo a partir de una idea central: hibridar el trabajo realizado en su momento por Phil Spector con las Naked versions, publicadas en 2003 gracias a la abnegación de Paul McCartney por hacerlas públicas.
Estas nuevas versiones del álbum verbalizan la idea de que existen varios “Let It Be”, no uno solo, y que desde el primer momento no fue un álbum al uso, sino la radiografía de una banda que, hasta el último momento hizo prevalecer su genio por encima de los fantasmas que emergieron durante su ocaso, aquí extensamente documentado por medio de un rescate fastuosamente desproporcionado.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.