Este trío de Texas, que emigró en busca de fortuna a la Gran Manzana, pasó de compartir un infecto apartamento sin agua caliente en Brooklyn a telonear a nada menos que Oasis y U2. Una nueva muestra del “sueño americano” hecho realidad gracias a un disco de debut que cosechó un buen puñado de elogios a uno y otro lado del charco. Ahora los hermanos Curtis y su contundente batería, Josh Garza, presentan la continuación de aquel “Now Here Is Nowhere”, consolidando una carrera que promete ser de largo recorrido.
Siguen las constantes en su estilo. Señas de identidad que los situaron con un pie en los setenta (Led Zeppelin, Pink Floyd, Can), una mano en los ochenta (Bowie, U2, Echo And The Bunnymen) otra en los noventa (Deus, Mercury Rev, Spiritualized) y el pie restante en el presente (TV On The Radio, Interpol). Tanta referencia indica que su cóctel contiene la esencia de los grandes, diluida en el hielo de lo próximo, en ese espíritu indie tan cercano y de actitud nada pretenciosa. El suyo es un rock que adquiere diferentes texturas, pero amalgamado gracias a una ejecución rica en detalles y a una búsqueda más concreta de la melodía, mayor incluso que la de su primer trabajo. Por eso éste es un disco que actúa más en favor de la canción y de su estructura. ¿Más clásico? ¿Menos difuso? ¿Más bueno? Sin duda. Un alarde de ideas que otros tuvieron antes, pero que ellos han sabido condensar presentándolas con un hermoso lazo de color morado.
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