Tras un largo periodo de barbecho de dieciocho años, Tears For Fears regresaron en 2022 con un disco capaz de dejar buen sabor de boca como fue “The Tipping Point” (Concord, 22). El siguiente paso en la trayectoria de Curt Smith y Roland Orzabal es “Songs For A Nervous Planet”, una suerte de simbiosis entre nuevo material de estudio y álbum en directo. Un invento algo ininteligible que, en efecto, acoge bajo el mismo título temas de diferentes procedencias y pelajes. Más allá de esa extraña fantasía logística inherente al lanzamiento en cuestión, procede elucubrar acerca de aquellos motivos que han propulsado que el dúo británico lance, justo ahora, el que es su primer álbum en vivo en más de cuatro décadas de carrera.
¿Capricho de los autores? ¿Regalo de despedida para sus seguidores? ¿Mera casualidad? Todas las hipótesis tienen cabida en torno a un producto que, fuera como fuese, se abre con cuatro piezas concretadas en el pop ochentero de “Say Goodbye To Mum And Dad”, la bonita “The Girl That I Call Home” luciendo como la mejor del lote junto a la también inspirada “Emily Said”, y una “Astronaut” que parece haber servido para que la Inteligencia Artificial diseñe la portada del asunto. Canciones bien construidas, todas ellas, incluso esplendorosas en aspecto, de luminosidad evidente y tendencia épica, quizá incluso algo lustrosas en producción, aunque en todo caso dotadas con la valiosa impronta de sus autores.
Tras el póquer de inéditas que conformaría un hipotético EP llega (por arte de magia) el material en directo, registrado en Franklin (Tennessee) dentro de la gira del mencionado “The Tipping Point”. Un concierto que presume orgulloso de sonido, tan poderoso como definido en extremo, mientras alterna (en armonía) piezas recientes como “Long, Long, Long Time”, “My Demons” o “No Small Things” con aquellos clásicos del combo que continúan sonando vigentes y seductores, caso de “Everybody Wants To Rule The World”, “Sowing The Seeds Of Love”, “Woman In Chains”, “Mad World”, “Head Over Heels”, “Break It Down Again” o “Change”, hasta finalizar con la oscuridad apoteósica de “Shout”.
Todo apunta que hubiera sido más lógico independizar las nuevas composiciones (en forma de agraciado EP) y ese directo que resuena impecable, en lugar de optar por esa solución algo forzosa consistente en meterlo todo a presión en el mismo saco. Pero siempre es un placer recibir una obra con la firma de Tears For Fears, capaces como son de tornar cualquier día gris en una experiencia cálida. Y, si sucede que el dúo está regalando la grabación del presente concierto a modo de canto del cisne, el resultado es representativo de su esencia y también de un legado con meritoria trascendencia, sito a medio camino entre la lágrima de emoción y la sonrisa de satisfacción.
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