Desde que no se venden discos que los discos son, básicamente, una excusa promocional para salir de gira. Esa es la realidad al menos para la inmensa mayoría de solistas y bandas del panorama pop. Pero Taylor Swift tiene sus propias normas. La americana deja claro desde el principio de "The tortured poets department: anthology" que la producción vivirá un nuevo giro, una era más. Una de aires más retro, como marcan los teclados corpulentos y repetitivos de "Fortnight", compartida con Post Malone, una apertura sorprendente en su discografía y que casi encajaría más en el "Future nostalgia" (20) de Dua Lipa.
Sus textos, como acostumbra, dejan muchas puertas abiertas. Un puzzle que sus más fieles, fans de marras, reconstruirán hasta dar con todas las claves. En el grupo de Telegram “Taylor Swift Nation” han sido días intensos especulando con el significado de palabras creadas a partir de letras en mayúscula de temas de discos como "Lover" (19) en la plataforma Apple Music. Hereby, conduct o this son algunas con las que se especuló. Hacían referencia a una supuesta “unión de matrimonio que jamás se dio”. Un juego del ahorcado swiftie. Supuestamente un guiño al actor Joe Alwyn, al que ya dedicó temas en "Midnights" (21).
Pero Swift es otra respecto a su penúltimo álbum. En el fondo, este es un disco que rebosa mucho más dolor, reflexión e introspección. Y en la forma también hay novedades, múltiples ejemplos: la percusión de la canción homónima al título, segunda del largo, no deja lugar a dudas de por dónde irá la estética, ochentas. Con su voz, como acostumbra, apoyada en coros. Sin estruendos. Directa.
Otro de los mensajes encriptados recurrentes estos días ha sido el del número dos. La cifra se concreta en que "The tortured poets department" es un álbum doble (The Tortured Poets Department: The Anthology, se llama finalmente), del que este 19 de abril se han conocido dieciséis temas en total –los que, por cierto, andaban pululando en redes desde dos días antes, fruto de una supuesta filtración– hasta que la propia Swift ha anunciado de buena mañana que había otras tantas canciones más.
It’s a 2am surprise: The Tortured Poets Department is a secret DOUBLE album. ✌️ I’d written so much tortured poetry in the past 2 years and wanted to share it all with you, so here’s the second installment of TTPD: The Anthology. 15 extra songs. And now the story isn’t mine… pic.twitter.com/y8pyDK8VTd
— Taylor Swift (@taylorswift13) April 19, 2024
“Sorpresa a las dos de la madrugada: The Tortured Poets Department es un doble álbum secreto. Había escrito mucha poesía torturada en los últimos dos años y quería compartirla toda con ustedes, así que aquí está la segunda entrega de TTPD: The Anthology. 15 canciones adicionales. Y ahora la historia ya no es mía… es toda vuestra”, destacaba el post. Tan bestia es lo swiftie, por cierto, que muchos de sus fans se debatían entre escucharla y chafar el lanzamiento a su ídolo o no.
En medio de la gira más importante que recuerda la industria, The Eras Tour, una que repasa cada una de las etapas de Swift, la americana se ha desmarcado con un disco reposado y un punto inquietante. De lenguaje soez, incluso. Un nuevo aglutinador de público y que, como ella misma vendía en sus comunicados sobre la gira, nada tiene que ver con lo hecho hasta ahora. Y que abre un nuevo capítulo. Una más cercana a las firmas consagradas de lo confesional que a la radiofórmula (con excepciones como la chvrchiana "My boy only breaks his favorite toys").
Desde sus discos de pandemia, "folklore" y "evermore" (20), que Taylor Swift no le hace ascos a hablar abiertamente de salud mental. En este álbum, es el tema de cabecera. Por ahí nos atrapó a muchos, por canciones como "this is me trying". En el nuevo largo, la cuestión se cuela descaradamente. Hasta las entrañas: "Down bad".
Otra habitual de las cavilaciones, Florence and the Machine colabora en un tema, "Florida!!!", aunque su espíritu también traspasa a la narración y a las partes cantadas más proféticas y dramáticas; en la forma de cantar, de comunicar, en "So long, London", no hay duda de ello.
"The tortured poets department: anthology" es una recopilación dura, sin brillantina, casi incompatible con todo lo hecho anteriormente. El décimo disco de la artista no hace concesiones hacia mucho de su público, el más joven (ligeras excepciones, esas baterías power de "But daddy I love him", tal vez). Es un disco de su treintena. De nuestra treintena. Nadie podrá acusarla de no reflejar en su música aquello por lo que pasa. Es parte del contrato con sus fans.
Pese a que la producción es, en general, moderna y sólida, se cuentan en los créditos a habituales como Jack Antonoff y también a Aaron Dessner (The National), las sorpresas iniciales se van perdiendo poco a poco en el álbum. Excepto por algunas salidas de tono, el grito Miley Cyrus de "Who's afraid of little old me?", el ritmo dopado de "I can do it with a broken heart", la emo "So high school" o la lirista "Cassandra". La novedad decae sobre todo en la segunda parte, en las quince “añadidas”, más desnudas. Gustarán a sus acérrimos, por su punto de esbozos sin terminar. Esa es la gracia de "The manuscript", que pone los pelos de punta.
Este es, como hasta ahora, un disco-confesionario. Sobre el que crecerán especulaciones, rumores y certezas. No nos enteramos de qué es cada cosa. Esa es un poco la gracia de un fenómeno, de una vida, como la de Taylor Swift. La realidad y la ficción desdibujadas en un mar de tweets, reels y stories. De nombres. De amores y desamores. Y de crecimiento personal.
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