Tanglewood numbers

No conozco a nadie a quien le guste la música porque sí. Canciones buenas, canciones malas, favoritos. Nada de eso es objetivo, uno puede apreciar la música más compleja del mundo, la más nueva, la más antigua y, sin embargo, eso no tiene nada que ver con nosotros. Podría decir las mil y una razones por las cuales David Berman es un genio, pero diré solo una: cada uno de sus versos son susceptibles de acabar paseando entre las capas de nuestra piel en forma de tatuaje o sencillamente en forma de piel de gallina mientras lavamos los platos, estamos estirados o pensamos en grabar una cinta a la chica de nuestros sueños.

Piensa en cuando Natalie Portman le pone una canción de los Shins a Zach Braff en “Algo en común” y multiplícalo por mil. Podéis imaginaros lo que significa un nuevo disco de Silver Jews después de cuatro años de no saber nada de nada y después de leer sobre intentos de suicidio, drogas y otras cosas de mal vivir, viendo (escuchando) que todo sigue allí: el mismo sentido del humor amargo, el mismo fraseo lleno de fogonazos de incomprensible brillantez, como un Dylan más epidérmico y, ejem, colega, y la misma capacidad para crear canciones redondas y llenas de aristas que se agarran al corazón, grabadas esta vez mejor que nunca, un poco como lo que debería haber sido y nunca fue “Terror Twilight” de Pavement. Es decir, un sonido menos dejado pero igualmente natural, acompañado por una lista de amigos que quita el aliento (entre otros Stephen Malkmus, Bob Nastanovich, Steve West, Tony Crow, Will Oldham, Paz Lenchantin, Bobby Bare Jr, Mike Fellows o la preciosa voz de su mujer Cassey), pero que se queda en nada escuchando canciones tan increíbles como “Animal Shapes”, “How Can I Love You If You Won´t Lie Down”, “Sometimes A Pony Gets Depressed”, “Punks In The Beerlight” o las sobrecogedoras “Sleeping Is The Only Love” y “There Is A Place”. Gigante.