Rescatados de alguna tienda de segunda mano, o quizás de un perdido templo dedicado a Vincent Price, repleto de parafernalia kitsch, The Priests visten de negro hasta los tobillos. Negro reglamentario, negro políticamente correcto, negro desechado hace eones por los, a la fuerza, encanecidos seguidores de The Cynics y Dead Moon, la vieja guardia del garage ochentero. “Tall Tales” contiene cuatro o cinco diferentes versiones de hacer lo mismo.
Está tan obviamente diseñado -aunque sea diseñado por sí mismo y a contracorriente, lo que siempre ennoblece- que constituye cualquier cosa menos una revolución. Oscuro, primitivo, flagrante en su revivalismo garagero, devoto de los tiempos en los que el cachemire verde musgo era el último grito, “Tall Tales” es, en suma, un disco perfecto para aquellos a los que todavía no les ha llegado la hora del arrepentimiento. Si no hay futuro, y desde 1965 no se conoce ninguna prueba definitiva de que lo haya, tal vez la solución pase por negar la evolución, por no hacerse nunca demasiado mayor para el rock’n’roll, por agarrarse con arrogancia al fuzz y al feedback, y hacerlo con un gin tonic a las siete de la mañana. ¿Es realmente ésa la solución? En todo caso, debe ser una de las soluciones. Algunos locos todavía piensan que es suficiente.
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