Hace tiempo que Tachenko dejó atrás su faceta más colorida y fiestera –la misma que en su momento fue santo y seña del grupo–, en una etapa ahora cerrada y plena en momentos eufóricos, tanto en forma de canciones como a través de conciertos convertidos en auténticas celebraciones de vida. Pero el tiempo pasa, las perspectivas cambian, y los artistas tienden a evolucionar y asumir una etapa de madurez necesaria para seguir avanzando y, de paso, evitar caer en la auto-caricatura. La banda zaragozana supo entender que ese momento había llegado, tras dejar en el recuerdo discos de pop tan explícito, luminoso e intenso como ‘Nieves y Rescates’ (Gelmar, 04), ‘Las Jugadas Imposibles’ (Gelmar, 06), ‘Esta Vida Pide Otra’ (Limbo Starr, 08) u ‘Os Reís Porque Sois Jóvenes’ (Limbo Starr, 10), títulos (¡qué títulos!) que en algún caso han quedado como clásicos del pop independiente de este país.
Fue entonces cuando la dupla compositiva formada por Sebas Puente y Sergio Vinadé pasó a mostrar su faceta más reflexiva, esa que en forma de pinceladas siempre ha estado ahí, pero que ahora emerge con definitivo protagonismo y toma la personalidad creativa de los autores. Unas preferencias que venían apareciendo en trabajos como ‘El Comportamiento Privado’ (Limbo Starr, 15), ‘Misterios de la Canción Ligera’ (Limbo Starr, 17) o ‘El Don del Vuelo sin el Arte Hermano del Aterrizaje’ (Limbo Starr, 18), pero que alcanzan niveles adicionales en este ‘Las Discotecas de la Tarde’ (Limbo Starr, 21). Un entrañable aroma intimista envuelve la mayor parte de la presente obra, en base a canciones estructuradas en torno a ese pop elegante y pulcro marca de la casa en el que no falta el optimismo, ahora más susurrado y menos voceado. Sucede en “Mundo sensible” (con reminiscencias de Gabinete Caligari), “El Norte”, “Miedo me das” (con el deje de los cantautores clásicos), “Maverick”, “Santa Fe” o la preciosa “León de plata”. También hay espacio para alguna pieza prensada a la vieja usanza, esto es, en forma de gema con estribillo inmediato: ahí se sitúan “Ídolos”, el single “Cuatro Estrellas” o la propia “Las discotecas de la tarde” que cierra el elepé. ‘Las Discotecas de la Tarde’ (Limbo Starr, 21) es un álbum cálido y también variado dentro de sus parámetros, dotado con agradable luz otoñal que toma el relevo de aquel sol radiante de verano tan presente en sus primeros discos.
Siempre añoraremos a aquellos Tachenko juveniles y desbocados que pusieron banda sonora a una época de nuestra vida, es algo inevitable además de un recuerdo preciado. Pero cualquier seguidor del grupo encontrará satisfactorio el nuevo trabajo del cuarteto, con su esencia esparcida en estas diez nuevas canciones equilibradas entre líneas melódicas impecables, juegos de voces cómplices repartidos entre Sebas y Vinadé, y la exquisita producción de quien fuese bajista de la banda, Edu Baos. Y es que Tachenko se entiende como una familia por la que han pasado nombres imprescindibles de la escena maña, caso de Andrés Perruca, Ricardo Vicente, Miguel Yrureta o Javi Vicente. Una hospitalidad extensible a aquellos fans que llevan más de quince años disfrutando su música, y que siguen encontrando acomodo en las hogareñas canciones con la inconfundible impronta de los aragoneses.
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