Quizá sea por haber protagonizado a finales de 2019 una gira con un plantel de nada menos que ocho músicos amigos, con Jenn Wasner, de Wye Oak, o Meg Duffy, de Hand Habits, entre ellos. O puede que el hecho de ser pareja convierta a Sylvan Esso en la banda perfecta para satisfacer sus necesidades creativas sin tener que recurrir a nadie en la era de la covid 19. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen. El caso es que a Amelia Heath y Nick Sanborn (qué lejos quedan sus tiempos al bajo en Megafaun) les ha salido el disco más conciso y proteico en las formas, más austero y desnudo, y a la vez más emotivo y convincente de una trayectoria ya de por sí al alza desde que debutaran hace seis años.
Su pop electrónico dispone de los elementos justos, todos y cada uno de ellos colocados en el lugar correcto y en el momento preciso. En muchas ocasiones suena como si retomaran el testigo de la oleada indietrónica de principios de siglo para releerla en riguroso presente, siempre de forma excitante y sin un gramo de obsolescencia.
"Free Love" es, como su propio nombre apunta, una magistral combinación de intimismo e incitación al baile, de autoafirmación de las propias potencialidades y la necesidad de rescatar la estima con los seres queridos tal y como la conocíamos cuando abrazarnos no era casi un delito. La producción es sensacional, un dispendio de detalles que intrigan y seducen a la primera escucha (zumbidos pertinentes, algún vocoder; una arquitectura electrónica de dormitorio, precisión milimétrica y tacto burbujeante). Y la colecta de canciones memorables, infecciosas desde la primera escucha, cuantiosa: “Ring”, “Ferris Wheel”, “Train”, “Numb”, “Frequency”, “Runaway”, “Rooftop Dancing” … los de Durham (Caroline del Norte) han hecho uno de esos discos en los que las máquinas suenan irremediablemente humanas.
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