Seeds Of Change
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Seeds Of Change

7 / 10
Rubén G. Herrera — 29-06-2020
Empresa — Metal Blade
Género — Post Rock

Desconozco si alguien realmente lee al completo una reseña tan subjetiva de una música que es estrictamente intrapersonal, etérea, carente de una relación objeto-significado concreta. Un trabajo, el de verbalizar esta música, que resulta más un acto de espeleología emocional. Pero aquí está el nuevo disco de Syberia, y hoy toca detenerse en esta movida que llamamos post-rock.

Siempre que escucho atentamente un disco de estos géneros, mi cerebro empieza a funcionar de un modo distinto al habitual. Pensar, para variar, me digo. No, hablando en serio, seguro que os pasa: se abre un debate mental sobre los significados de la música, el ritmo, la vibración, sin ser esta una actitud forzada, cual gesto snob o de charlatán elitista. De hecho, las conclusiones ni siquiera son claras, por lo que esto acaba siendo una mera divagación, pero que, cuando cala, termina volviéndose adictiva.

Syberia se enfrentan de nuevo a ese carácter tan introspectivo y “Seeds Of Change” posee una continuidad de calidad creciente, desde su anterior trabajo, "Resiliency" (2015), su debut discográfico, “Drawing A Future” (12), o el EP-demo de 2012. Y de nuevo los barceloneses parecen querer contarnos algo sin palabras; una especie de relato sónico difícil de descodificar. Es quizá por eso que muchos tachan al género post-rock de sobredimensionado, o hasta de aburrido. Para aquellos que aún no lo han entendido, aquí tienen una nueva y gran oportunidad de sumergirse en este mar de sensaciones sonoras, acotadas en cincuenta minutos donde parece predominar un espíritu de lucha contra lo sistémico y lo preestablecido como eje que vincula figuradamente sensaciones con temáticas; una especie de sinestesia sonoro-política.

“Empire Of Oppression” es una introducción con una melodía de timbres que se van disparando en todas direcciones pero intencionalmente plana; cumpliendo con la estructura base de la pentatónica, o con el habitual recurso del crescendo en la intensidad del sonido. La dinámica se repetirá en todo el disco. Se hace gala del rock minimalista que dio origen a todo esto, pero su riqueza semántica queda más bien atrapada en referentes de nuestro tiempo, pues son herederos directos del sonido de Caspian, Long Distance Calling, Mogwai o Russian Circles. Aún sin revolucionar ningún aspecto del género, lo comprenden a la perfección. Hacen suyo el discurso sonoro, elevándolo a máximo exponente de nuestro país. Oscar Linares Rovira (guitarra). Jordi Crespo Espert (guitarra y sintetizadores), Joaquim Torres González (bajo) y Oscar Caselles Pérez (batería) no niegan estas influencias, pues son evidentes, pero fraguan su identidad propia en esos riffs continuos o en esos breakdowns que han marcado a toda esta generación musical.

Encontramos una pausa geoespacial en “Beirut”, que aspira a sonar como el aliento de una ciudad que se reconstruye tras la guerra. De eso habla quizá, en suma, este álbum: de la regeneración, de un modo parecido a como su anterior disco parecía hacerlo con el concepto de resiliencia, o su debut sobre el concepto positivo de ser creador.

Siempre sin una sola línea de texto, siguen abundando los atisbos de melodías que quieren actuar como hilo narrativo. Ocurre en “After The Uprising”, en esos riffs en ráfagas que son como ametralladoras que disparan contra un gran bloque de hielo (el de nuestra indiferencia a los problemas del mundo, quizá). Mensajes que, aun así, se disipan en la oscuridad de lo intangible. La imaginación sigue jugando un papel importante en "Rogue Hunt", "Daring Ignorance" o mi favorita, la homónima "Seeds of Change"; piezas que se van cediendo el testigo o propósito de evocarnos paisajes mentales, llevándonos casi a la meditación. Y es que este tipo de producciones discográficas dejan un panorama de nuevas ideas y expresiones humanas en el que, en algún momento, algún investigador con rigor académico, doctor en Filosofía, Etnomusicología o vaya usted a saber qué, retomará los estudios desde donde se dejaron (todas esas filosofías psicodélicas en Occidente…), escuchará a todos estos grupos de post-rock del siglo XXI y se preguntará… ¿Pero qué diablos pasó aquí?

"Buried Idol" es, finalmente, la intro que lleva al desenlace de "Shigir", potencialmente acústica, donde ya todo este debate mental se apacigua paulatinamente, cerrando un disco que parece apaciguar una enfermedad de nuestro tiempo: el sobrepensamiento u overthinking. Porque si en lugar de ponernos el disco de fondo mientras hacemos otra cosa, hemos estado detenidos ante él, probablemente, hemos mantenido un diálogo interior más o menos consecuente. En todo este transcurso, la música funciona como una técnica de meditación; una ontología del sonido, puesto que, como es sabido, conciencia y energía son lo mismo. Y todo esto puede ocurrir en el salón de tu casa, en un "rato muerto". Si estás en directo, el resultado es pura termogénesis en acción, con la música como portadora de oxígeno a todos nuestros órganos. Alimento para el espíritu. ¿Exagerado? Bueno, ¿acaso no vivimos en los tiempos de la post-verdad?

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