Swervedriver se aseguraron un minúsculo lugar en la historia de los noventa, gracias al contenido de discos destacados como fueron "Mezcal Head" (A&M, 93) y "Ejector Seat Reservation" (Sony/BMG, 95). Dos obras que disfrutaron de escasa repercusión global en su momento, pero a las que el tiempo ha terminado por recolocar hasta aparecer en todos los manuales de shoegaze de la época. Tras diecisiete años de silencio, la banda regresó a escena en 2015 con una acertada entrega titulada "I Wasn't Born To Lose You" (Cobraside, 15), presentando ahora una continuación lógica e igualmente notable.
El sexto álbum de estudio de los londinenses continúa con esa ampliación más allá del genero por el que tienden a ser recordados y es, en resumen, un compendio de indie-pop/rock de guitarras y pedales, que mantiene en las peculiaridades de la mencionada década su principal razón de ser. Un trabajo que incluye dosis destacadas de shoegaze (“Mary Winter”, “The Lonely Crowd Fades In The Air”), pero también de dream-pop (“Theeascending”), o incluso de slowcore (“Future Ruins “, “Everybody's Going Somewhere & No-One's Going Anywhere”). También tiene cabida un power-pop distorsionado remitente a Teenage Fanclub (“Drone Lover”, “Golden Remedy”) o The Posies (“Good Times Are So Hard To Follow”), además de esa destacada a medio camino entre Dinosaur Jr. y Pavement que es “Spiked Flower”. Swervedriver prensan aquí un total de diez temas, la mayoría de ellos extensos y desarrollados a la vieja usanza: sin prisas y a conciencia.
En "Future Ruins" (Dangerbird, 19), Adam Franklin y compañía no presentan nada nuevo bajo el sol, pero obviamente tampoco lo pretenden. Al contario, apuestan indisimuladamente por recuperar sonidos pretéritos con los que reverdecer laureles pasados (propios y también del oyente). Y es ahí donde aciertan, completando un disco sin grandes aspavientos pero ampliamente sólido que, para el nostálgico de los noventa, mantiene un gancho atractivo y de satisfactorias consecuencias. La madurez creativa de Swervedriver está dejando un (seguramente) sorpresivo reguero de coherencia y buen gusto que no debería ser menospreciado ni, desde luego, ignorado.
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