Las acusadas especificidades de Suuns como banda obligan a tirar de tópico y señalar a los de Montreal como una de esas bandas difícilmente clasificables. Los canadienses regresan, más de cuatro años después de su anterior entrega en formato largo, con otro disco asfixiante que pasa así a formar parte de un catálogo en el que ya figuraban títulos tan interesantes como ‘Zeroes QC’ (Secretly Canadian, 10), el grandioso ‘Images Du Futur’ (Secretly Canadian, 13), o el más reciente ‘Felt’ (Secretly Canadian, 18).
El presente lanzamiento es, en realidad, la continuación de ese EP de seis temas y trazo aún más experimental que el grupo publicó el pasado año bajo el nombre de ‘FICTION’ (Joyful Noise, 20). ‘The Witness’ (Joyful Noise, 21) tiene su base en algunos de los parámetros básicos del kraut-rock y el post-punk, pero también apunta a sonidos más industriales y psicodélicos, además de una renacida y bien marcada preferencia por teclados analógicos que deriva en leve capa electrónica apta para musicar cualquier película de ciencia ficción. El combo hace así apología de unas influencias que encuentran su equilibrio a medio camino entre Neu!, Clinic, Suicide y John Carpenter para, en cualquier caso, certificar un álbum inquietante y lleno de oscuros recovecos. ‘The Witness’ (Joyful Noise, 21) es un disco de hipnótica densidad, que cabe entender como viaje completo con principio, desarrollo y final, además de argumento lógico. Un efecto patente desde las extensas piezas que abren y cierran el elepé –“Third Stream” y esa “The Trilogy” que ejerce de epílogo–, y se mantiene en cortes intermedios del tipo de “C-Thru”, el single “Witness Protection”, la bella “Go To My Head” o una “Clarity” con ecos jazzísticos.
El cuarteto reaparece dentro de sus coordenadas habituales y ya conocidas, pero lo hace con un álbum especialmente hermético que transita impertérrito por los parámetros elegidos, incluso dentro de una discografía de por sí claustrofóbica como es la suya. Y es que ‘The Witness’ (Joyful Noise, 21) apuesta por un pulso constante y sin grandes aspavientos a lo largo de sus apenas cuarenta minutos de duración, en una decisión que no hace sino potenciar la intensidad de esa secuencia sonora que protagoniza toda la referencia.
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