Surfin The Void

En el mundo hay dos tipos de personas. A un lado están las que leen mucho y no aprenden nada; en el otro, los que leen y de cada obra que pasa por sus manos (sea buena o mala) sacan algo de provecho. Aquellos que quieren gustar a los demás y para ello se convierten en lo que no son, y quienes se expresan tal y como son, gusten o no al prójimo. Conozco mucha gente que pertenece a cada una de esas categorías, y de todos puede uno aprender. Como Klaxons. El cuarteto británico ha aprendido que ser un hype es lo peor que le puede pasar a un grupo aquí y ahora, así que han apostado por continuar siendo ellos mismos, con toda la rareza e incomodidad que puede tener una propuesta como la suya (que también tiene bastante de comercial, no nos engañemos, como en piezas tan agradecidas como “Future Memories”). Klaxons no escuchan lo que hay que escuchar. Klaxons no leen lo que hay que leer, leen a Pynchon, a autores chamanistas como Daniel Pinchbeck o al pintor esótérico José Argüelles, y, claro, eso se nota. Se lo digo sin ínfulas, no me malinterpreten. Pero todo ello les revela como una banda que no es como las demás. De ahí que, tras trabajar con James Ford o intentarlo con Tony Visconti, hayan apostado por un productor tan rock como Ross Robinson (aquí no encontrarán ustedes nada que recuerde a Korn, pero sí algo de At The Drive-In/The Mars Volta, con algunos de cuyos miembros comparten su afición por lo mágico y lo oculto). ¿Entonces, tras tanto mareo, debemos entender que “Surfin The Void” vale la pena?, se preguntarán. Pues, pese a no tratarse de un disco grandioso, la respuesta es sí. Sin duda. Klaxons no superan lo expuesto en “Myths Of The Near Future”, pero firman un disco psicodélico, denso o accesible dependiendo del minuto; una obra inteligente que no les llevará más arriba, pero que justifica nuestra confianza y constata que Klaxons son unos perros verdes en un mundo en el que el gris es el color que más se lleva.