De decepción en toda regla cabe calificar el último trabajo del cantautor Ray Lamontagne. Máxime cuando se dan cita en un mismo álbum músicos de la prestancia y categoría de Kenny Vaughan, Richard Swift y Dan Auerbach de los Black Keys quien, además de intervenir con su guitarra, ha ejercido las tareas de productor. Y aquí reside parte del problema. Dan no ha sabido dar con la tecla correcta para hacer que una de las mayores bazas con las que juega Ray Lamontagne, su voz profunda y rota, brille con fuerza y cierto brío. Una voz que ha quedado desdibujada al someterse a un lifting musical erróneo, basado en una serie de tonadas de ensoñación hippie más propias de la California de finales de los sesenta, que tampoco aportan a nivel compositivo ese hecho diferencial que por ejemplo sí posee el último álbum de Beck. Canciones algo anodinas que no cogen volada ni cuando aspiran a single de lo facilonas que resultan. Haría bien Ray Lamontagne en tomar buena nota del desaguisado, y regresar a su conexión inglesa con Ethan Jones para entregarnos de nuevo discos de autor tan interesantes como “Till The Sun Turns Black”, porque esta nueva deriva no aprovecha ni un ápice su talento como intérprete y lo vulgariza como autor.
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