Si finalmente, y tal y como todo apunta, se convierte en realidad ese futuro en que los sellos discográficos brillen por su ausencia y los grupos se autoediten colocando su música directamente en Internet, nos perderemos muchos datos que sirven para contextualizar la carrera de un artista. Pongamos por caso a Remate. En su deambular por lo más granado del sector discográfico nacional el asturiano ha parecido buscar un reconocimiento que se le resiste en su propio país. No tanto fuera de nuestras fronteras, donde su pop de autor con rasgos de americana (ayer. Hoy menos…) ha encontrado aplauso frecuentemente. Remate es lo que se podría decir un artista maldito, sí, y lo es en contra de su voluntad. No tengo claro si “Superluv” va a hacer algo por remediarlo –de hecho, y para ser sincero, me sorprendería mucho que así fuera- pero lo que resulta innegable es que su séptimo largo supone un notable salto de calidad, además de su, hasta la fecha, más importante pirueta creativa, con abrazo al castellano incluido. La ambición de Remate comienza por el aspecto conceptual -un álbum de canciones dedicadas a actrices porno que utilizan el “Superluv” como parte de su nombre artístico- y continúa por la compañía que se ha procurado para llevarlo a buen puerto –LD Beghtol como productor, y nombres tan atractivos como el de Julia Kent y Stephin Merritt jugando a las colaboraciones-. El resultado de todo ello es un disco de falso lo-fi, en el que el aire descacharrado y desganado que termina por imbuir al conjunto no es más que un recurso estético bajo el que laten canciones de una belleza extraña y estructuras bien distintas entre sí -no en vano Remate admite la influencia del “69 Love Songs” -, que transitan terrenos apenas explorados por el pop nacional y esplendorosas cuando dan en el clavo “Típico de California”, “Elvis Luv”, “Por lo que tiene de romántico” o “Gigante”.
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