Ante ustedes un fan de Supergrass, eso para empezar. Y sí, lo admito, hasta su segundo trabajo, a pesar del aluvión de críticas que cosechó, me pareció más que correcto habida cuenta del estado estentóreo en el que se hallaba la melodía comercial británica por aquellos días –ahora intenta superar un coma que se antoja eterno-. Por eso mis ilusiones volvieron a brillar cuando escuché el primer single de su tercera obra, un excelente «Pumping On Your Stereo» que nos retrae a los días más canallas de Rolling Stones –la voz de Gaz parece un sample de Mick Jagger- y arroja un halo de vitalidad a una escena britpop –hay que llamarla de algún modo- que hace tiempo yace bajo tierra. Pero resulta decepcionante recorrer los surcos del álbum y no encontrar algún otro rastro de calidad que vaya más allá de los tres minutos de este magnífico primer sencillo. Siguen asiéndose a los tics de siempre y mantienen esa caradura que les permite retroceder en el tiempo y no sonar a revival de garrafón, pero algo falla en su tercer largo. ¿Dónde están esos estribillos infalibles con sabor a Kinks? ¿Por qué ahora quieren sonar trascendentes y se apoyan en secciones de cuerda totalmente innecesarias? Supergrass han decidido ir en pos de la madurez y se han encontrado con una suerte de rock sinfónico para los noventa que alcanza unos niveles sonrojantes de horterada en composiciones como «Shotover Hill» o «Eno» –¡Dios mío, el revival de Queen está más próximo de lo que podríamos pensar!-. El arrojo y energía de antaño han dado paso a descargas indoloras de rock épico y grandilocuente en el que resulta imposible hallar la pegada teen-setentera que les convirtió en uno de los puntales del nuevo pop inglés. Deberían ajustar su particular máquina del tiempo, creo que han retrocedido a una época equivocada. Dejemos que Freddy Mercury descanse en paz.
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