No cabe duda de que este 2023 ha empezado de forma inmejorable para la música de raíces estadounidense realizada por mujeres. Y es que a los excelentes discos de Margo Price y H.C. McEntire cabe añadir ahora este “Anarchist Gospel” de Sunny War y tendremos una espléndida triada que deleitará a cualquier aficionado. Tres grandes obras que podríamos enclavar bajo el enorme paraguas del americana, pero con muy diferentes miradas entre sí. La mirada outlaw-country y sureña de Margo, la mirada queer proyectada desde un rincón de los Apalaches de H.C. McEntire y la dura mirada a lo Nina Simone de esta chica tan menuda como intensa que se esconce bajo el alias de Sunny War y que en realidad se llama Sydney Lyndella Ward. Y si tengo que escoger a una de las tres, me quedo con esta última por diferentes motivos.
No es la primera vez que hablo de Sunny War en Mondo Sonoro. Ya lo hice con ocasión de la edición de su anterior trabajo, el también espléndido “Symple Syrup” (21), donde aprovechaba para explicar la historia de nuestra protagonista que en buena medida es responsable de la extraña personalidad de su música. Un periplo vital que la llevó a escapar de su hogar muy joven para vagabundear tocando en la calle y flirtear de forma peligrosa con las drogas y el alcohol hasta acabar a los 19 años en la cárcel con un año de condena. Aposentada finalmente en Venice Beach (Los Angeles) empieza a deslumbrar a todo aquel que la escucha por la forma que tiene de pulsar las cuerdas de nylon de su guitarra, en la que aúna el toque del blues del Delta con el country de su Nashville natal. Es entonces cuando se da cuenta de la necesidad de componer sus propias canciones en las que vuelca todas esas experiencias acumuladas a lo largo de sus 32 años de edad. Y así llegamos a este sexto trabajo de estudio titulado, con toda la intención del mundo, “Anarchist Gospel”.
Cabe decir de entrada que el nuevo trabajo de Sunny War presenta algunas novedades. Quizás la más importante para su carrera es el fichaje por New West que le puede proporcionar una mayor difusión de la que ha tenido hasta la fecha. Y es que era solo cuestión de tiempo que la personal propueta de Sunny War empezara a llamar la atención de la industria de su país. De hecho, J. Micah Nelson (Particle Kid), hijo de Willie Nelson ya participaba en el anterior disco y en este “Anarchist Gospel” la paleta de colaboraciones se amplía con nombres tan ilustres como los de la activista y cantante canadiense Allison Russell, el californiano Chris Pierce, Jim James de My Morning Jacket y un miembro de la realeza country-folk como David Rawlings. Casi nada. Todo ello ya demuestra en gran medida que estamos ante una artista muy especial capaz de tejer complicidades que refuercen su sonido. Y es que ese es otro de los aspectos a destacar de este álbum. La producción, a diferencia de sus anteriores trabajos, se muestra mucho más robusta y cargada de detalles, adornando sus canciones con una mayor número de arreglos que arropan sus tonadas con la guitarra y esa voz robusta que es una de sus señas más identitarias.
Y por encima de todo ello están, como no, las canciones. Catorce joyitas que te envuelven y conmueven con la sabiduría de un alma vieja atrapada en un cuerpo de treinta y dos años. Historias que destilan esa espiritualidad que encontramos ya en el título del álbum, pero desprendiéndola de cualquier tipo de religiosidad. De ahí lo anarquista de su propuesta. Historias de desamor y ruptura, de adicción sin rastro de culpa, pero también de desesperación y de furia. Historias de redención sin necesidad de intervención divina, solo humana. Una forma de escribir que la propia Sunny War reconoce haber aprendido de artistas como Elliott Smith, Meshell Ndegeocello, Nick Drake, Jeff Buckley o Gillian Welch. Una lista tan ecléctica como el sentir de su música. Por eso el álbum puede pasar del folk-rock dramático de “Shelter And Storm”, al blues vaporoso de “Love's Death Bed”, el country-western más trotón de “No Reason”, el toque bluesgrass de “Test Dummy”, la balada más triste en “Sweet Nothing” o dos versiones tan distintas entre sí como el “Hopeless” de Dionne Farris o una magnífica “Baby Bitch” de los seminales Ween. Catorce joyitas que te tocaran en lo más profundo de tu alma más prosaica.
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