Muy alto estaba el listón tras aquel deslumbrante debut de hace poco más de dos años, “Roads to Judah”, que llevó a Deafheaven a estar en boca de un heterogéneo núcleo de amantes del metal, el hardcore y el post-rock. Aqui, tras un inicio rasposo, van al lío y la explosión no tarda en llegar: “Dream house” es una oda al desasosiego de tenso final, con la firmeza de quien ha aprendido a medir y multiplicar sus virtudes. Los torbellinos y crescendos compositivos (obra del genio Kerry McCoy) siguen dando soporte a la torturada voz de un George Clarke crucial. Es así en “Sunbather”, diez minutos que valen casi el disco entero, con ese uso también marca de la casa del silencio y el parón como recurso dramático maestro. Una jodida prisión a la que sigue más presión ciclotímica para tus oídos: transiciones de orfebre y caídas al precipicio son algunos de los tags aplicables a la incontestable “Vertigo” o a “The pecan tree”. Con spoken word, con pasajes de Kundera, con lo que quieran y más, Deafheaven es el caballo de Troya del rock, el grupo que lanza al océano toneladas de grupos-morralla y que ha hecho un clásico de 2013.
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