El síndrome neo-psicodélico de Tame Impala ha infectado a estos nuevos cachorros. Sí, puede que Temples no hayan descubierto la panacea (a saber: escuchando su debut a cualquiera puede venirle a la cabeza el recuerdo de los The Beatles más luminosamente pop, los sonidos caleidoscópicos de The Byrds y el buen hacer retro en el estudio de The Last Shadow Puppets), pero eso no resta méritos a que el cuarteto haya firmado uno de los discos más frescos y con los estribillos más pluscuamperfectos de la temporada. Si a gemas como “Keep In The Dark” (probablemente, la mejor del lote), “Shelter Song” o “Mesmerise”, todas ellas incluidas en el primer tramo, se suma que el disco lo han grabado y producido con sus propias manos, no cabe duda de que aquí hay talento para parar un carro. La segunda mitad del álbum puede hacerse algo monótona y repetitiva al reiterar la misma paleta de recursos, aunque eso no acaba empañando el resultado de un trabajo sonoramente meditado y carente de artificios intrascendentes que va de frente en todo momento. Ahora entendemos porque Johnny Marr o Noel Gallagher hablan maravillas sobre ellos.
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