Saludados como uno de los nuevos nombres con más futuro en el indie norteamericano, la pregunta es si de verdad hay para tanto. Y la respuesta, sin duda, ha de ser afirmativa, porque con un único Ep los chicos de The Drums se han posicionado de forma fulgurante como grupo de referencia en ese hervidero que es Nueva York. Tampoco han faltado las comparaciones con Vampire Weekend, aunque en realidad sea más una cuestión de fondo que de forma: comparten la frescura y el desparpajo en las composiciones, pero sus caminos no se llegan a cruzar salvo por alguna inflexión vocal de Jonathan Pierce. Bueno, en realidad sí hay otro punto en común: Orange Juice, y es que el grupo de Edwyn Collins ha calado hondo en las melodías de esta banda de Brooklyn, cuya mayor virtud es que ha sabido encontrar su sitio de la manera más inesperada, con un pop luminoso y playero, hablando de surf cuando en realidad ellos jamás se han subido a una tabla y salpicando sus primeros temas con una encantadora colección de silbidos, palmadas y chasquidos de dedos. Hay también una herencia sixties (The Beach Boys), especialmente en los arreglos vocales (“Let’s Go Surfing”), pero lo mejor es cuando suenan como si alguien hubiese plantado a The Cure en una playa sin otro paisaje que arena y olas (“Don’t Be A Jerk, Johnny”). Añadan a esto un contagioso estribillo (“Saddest Summer”) y el contrapunto de una balada perfecta para un verano en Twin Peaks (“Down By The Water”) y tendrán ante sí uno de los discos más estimulantes de los últimos meses, con la promesa de que pronto habrá más (ya preparan su puesta de largo). De momento tendremos que conformarnos con estos veinticinco minutos que contienen siete canciones como siete soles.
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