El éxito puede ser una bendición y una maldición a la vez. Por un lado te llena la cuenta corriente y eso siempre te otorga una libertad que antes se ejercía con esfuerzos y carencias. También te da una repercusión que provoca que te lluevan proyectos que antes ni siquiera habías soñado. Sin embargo, esa misma atención tiene un precio y se llama frenesí.
Sturgill Simpson sabe de lo que hablo. Cuando obtuvo un Grammy por su largo de 2016 “A Sailor’s Guide to Earth” se granjeó un prestigio que lo embarcó en proyectos tan locos como ponerle Banda Sonora a una película animada japonesa basada en un guión propio (“Sound & Fury”, 19); colaborar con Jim Jarmusch en su película “Los muertos no mueren” (19) o grabar dos discos en los que recurría en parte a su cancionero anterior para ponerle un barniz bluegrass y mostrarlo de nuevo.
Lo dicho, un no parar que pasa factura y ha tenido sus consecuencias. Por lo pronto Sturgill ha dejado la bulliciosa escena de Nashville para volver a su Kentucky natal e irse a vivir con su familia a una cabaña a la que solo se puede acceder a través de pistas que no están ni señalizadas. En esa misma línea el cantautor afirma que no va a volver a tocar en grandes recintos que le impiden el contacto con el público que su música requiere y, para redondear, afirma que este álbum que ahora presenta es el último que realizará como solista y que quiere montar una banda con otros músicos en los que se proceda de forma democrática y todo el mundo tenga el mismo peso a la hora de componer.
Mientras todo eso sucede y desde lo alto de su cabaña, Sturgill Simpson ha querido rendir un homenaje a Kentucky, su pasado y sus raíces. Por eso para este séptimo disco de estudio se puso a escribir una historia ambientada en el siglo XIX en la que no falta de nada. Un relato que nace con un rapto y acaba con una venganza y cuya banda sonora es todo un repaso a la música tradicional que rezuma bourbon y huele a tabaco mascado. Bluegrass, baladas country, hillbilly y hasta ese sonido fronterizo a lo Ry Cooder (“Juanita”), son los envoltorios sonoros que dan cobertura al hilo argumental de una historia de amor inspirada en los abuelos del propio Sturgill, cuyos nombres, Dood y Juanita, coinciden con los de los protagonistas de su relato. Por cierto, aunque Dood murió hace ya unos años, Juanita todavía vive y se emocionó mucho cuando su nieto le dejó escuchar este trabajo. ¡Qué majo!.
“The Ballad Of Dood & Juanita” es un disco de escucha agradable que gustará a los que gusten de las historias de vaqueros y añoren los tiempos en los que Johnny Cash era una estrella televisiva con programa propio, aunque no los vivieran de primera mano. Un álbum muy bien perpetrado que cumple su función, aunque uno añore al Sturgill más iconoclasta y gamberro. A ver qué nos depara el futuro.
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