Corrígeme si me equivoco, pero creo que había una canción de The Bellrays que se titulaba así: “Stupid Fuckin’ People.” Da igual, no me corrijas, ya lo he mirado yo. Sí, es así. Lisa Kekaula desataba toda la rabia, maldiciendo a esa gente que solo se preocupa por el todopoderoso dinero (“the almighty dollar”) o a los que mienten para que luego acaben premiándoles con presidencias varias (“lie through their teeth / then get to be president”). La canción era orgánica, epidérmica. Se sentía en las entrañas lo que gritaba Kekaula. Hablaba de sentirse como un caballo desbocado, aunque ella usara la imagen de un tren (“like a runaway train”). Me pierdo, lo siento. El caso es que prácticamente coinciden con proporción, como las ruedas dentadas de un engranaje: el título de esa canción y el nombre de la banda de la que vengo a hablar aquí. En realidad, solo falta un apóstrofe. Ese que, en el título de la canción, señala cómo dejaron caer la “g” de la terminación. En el nombre de la banda, ni está ni se le espera, porque los Stupid Fuckin People arrollan con la coma volada y con todo.
En fin, sí, hablo de ellos y lo repito: Stupid Fuckin People. Y ellos son, saca la libreta y apunta, los que siguen: Fosy, el germen del proyecto, batería de Señor No y guitarrista en La Banda Trapera del Río, que se encarga de las voces y de una de las guitarras; la otra, la empuña Olatz Alberdi, de Las Furias, que también canta, más allá de los coros, en “Outsider;” Unai Gorraiz “Fumai,” bajista en Señor No y 25th Coming Fire, ex Astrozombies y, en ocasiones, uno más en los Aterkings, también se encarga aquí del bajo; y, finalmente, a la batería, Jimmy Díaz, quien, hace años, hizo lo mismo para La Perrera, cantera con pedigrí del rock and roll guipuzcoano. Aun y con todo eso, son una banda nueva que nació en pleno confinamiento, en medio de alguna fase o de cualquier “nueva normalidad” y que acaba de compartir virtualmente cinco canciones de presentación que han llamado la atención porque, por un lado, reúnen esas credenciales en las que apetece confiar y, por otro, porque, como Kekaula en aquella canción, Stupid Fuckin People suenan a caballo desbocado que no mira para atrás aunque se haya caído el jinete, a tren que descarrila porque está hasta el pantógrafo de seguir recto por las vías.
Guitarras que trepanan, una base rítmica contundente, y mucha rabia en las partes vocales, incluyendo las corales, que se usan con significación. Todo concentrado en cinco temas que grabaron en Pookah Sound Studio de la mano de Mikel Biffs. Los cinco juntos denotan una urgencia inmediata, que desvela cuándo se han escrito y en qué estado de ánimo. “Bring Them Down” suena a punk rebozado en high energy. Igual de escandinavos arrancan en “Break It All”, donde destacan la batería y la línea de bajo. “Stupids” se abre con una introducción de guitarra tentadora que recuerda al “Queen of Hearts” de Fucked Up y que estirada hasta los treinta segundos parece pinchar el nervio como si estuvieran pillando carrerilla para embestir. Se pasan al hardcore en “We Don’t Trust You,” apelación directa al mundo político, sin paños calientes ni ceremonias. “Outsider,” con rima apoyada en sufijos clásicos y líneas a latigazos, hace alusión al valor individual: “you got a problem if you don’t respect them,” canta Olatz Alberdi para defender sus propias reglas y leyes. Se acerca, por lo tanto, a la interpelación contestataria de “Bring Them Down” pero en singular. Es, en general, más allá de lo musical, un disco que parece llamar, sin grandilocuencia, desde una aparente convicción individual e íntegra, a la emancipación, la resistencia y, de alguna manera, a la revolución, sin concreción, pero con determinación, ya que, como decía Chicho Sánchez Ferlosio, ninguna, en realidad, ha sido culminada adecuadamente.
Estos cinco cortes inflamados y enérgicos, en trece minutos a piñón fijo y con mala hostia y buena caña a raudales, les han servido para presentarse en sociedad y ponerle los dientes largos a los que les gusta deambular por el amplio terreno que va del país del hardcore americano al del punkrock escandinavo. Sin ir más lejos, si eres de los que ruegan que vuelvan los Muletrain, con estos mitigarás la pena de la espera. No se acaba aquí la cosa, por suerte. Prometen sacar cinco temas más y un futuro elepé que editará la familia hiperactiva, el sello Family Spree Recordings, en algún momento del año que viene. Que vendrá, digo yo.
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