De tanto esperar la continuación de aquel soberbio “We Were Dead Before The Ship Even Sank” (Epic, 07), casi nos habíamos olvidado de la banda de Isaac Brock. Ocho años, se dice pronto, han pasado entre ese disco y el nuevo material. En estos años, el indie (si es que se puede poner esta etiqueta a esta banda única) se ha acomodado en propuestas inocuas, y se pueden contar con los dedos de una mano los grupos de multinacional con inquietudes serias. Se les echaba en falta.
En descargo de Brock y los suyos hay que decir que la espantada de Johnny Marr en 2009, cuando estaban en la cresta de la ola artística y comercial, les dejó tocados, aunque es raro que no estuvieran alerta ante la contrastada volatilidad del guitarrista británico. El listón quedó muy alto y la banda, además de tener que digerir las constantes idas y venidas de baterías y guitarristas, acabó en el lado oscuro de la grabación: Cuatro productores (más el propio Brock) y demasiado tiempo, parcialmente justificado por la puesta en marcha de su propio estudio en Portland.
Huelga decir que sin ese perfeccionismo patológico, Modest Mouse sería otra cosa, así que centrémonos en lo que importa, el disco, de título esta vez conciso, pero tan inteligente como los anteriores. Con la canción que le da título -melancólicos aires tradicionales con cuerdas incluidas- y el bajo demoledor de “Lampshades on Fire” pisamos territorio familiar, si acaso, con un tono más oscuro e introspectivo. Sin llegar a los niveles excelso del anterior álbum, el trabajo con las guitarras de “Strangers to Ourselves” sigue siendo tan imaginativo como poderoso, con canciones demoledoras como “The Ground Walks, with Time in a Box” y su irresistible aire post-punk o funk descacharrado.
El single “Coyotes” nos lleva al territorio más frágil de una banda capaz de pasar de la luz a la oscuridad en segundos. Y aunque hay sitio para experimentos cuasi electrónicos como “Pistol” -el final evoca a los New Order de 1987- y sorpresas como las marimbas de “Ansel”, desde el título, la estupenda portada -una fotografía aérea de un complejo para jubilados- y las retahílas de Brock, el misterio sigue intacto. Del sublime estribillo de “Pups To Dust” a las oscuridades de “The Tortoise and The Tourist”, el excéntrico single “The Best Room” -que parece una jugosa cara B de “We Were Dead…”, con su crescendo- y los aires cabareteros de “Sugar Boats”. Superada la resaca del éxito y su reverso, Modest Mouse están de vuelta con otro gran disco en el que perderse una y otra vez.
Disfrutable disco el que nos traen Modest Mouse ocho años después.