Fantasía y realidad aparcan sus diferencias para dar a luz al oasis musical con el que el dúo hispano-austríaco Atzur concibe su álbum debut. Gracias a la rareza de los rituales melódicos ejecutados en “Strange Rituals”, Paul y Patricia se estrenan en el campo de los discos conceptuales presentándonos un universo particular que empezó a tomar forma el otoño pasado, cuando “Nostalgia” provocó el estallido de un big bang al que pronto se sumarían “Faithful Believer” y “People Pleasing”. Abrazando su faceta más íntima, ambos completan el proyecto escribiendo –en clave (synth) pop– una carta sinfónica a “cualquier persona con la incorregible sensibilidad para sentir todo muy intensamente”.
Siguiendo un poco con lo que el Romanticismo predicaba, las doce canciones de esta obra sobreponen los sentimientos a la razón, en el interior de un refugio mágico que sus autores han construido con la intención de paliar los crudos efectos del mundo terrenal. Concretamente, “Intro” y “Strange Rituals” son el augurio de una experiencia sensorial en la que la voz de Patricia es colonizada por el eco y la reverberación. Loops suaves y loops estridentes anuncian la llegada de la cara A; plagada de ritmos frenéticos bañados en euforia pop. A continuación, “Nostalgia”, “Faithful Believer” y “People Pleasing” dejan que los sintetizadores se asomen entre los bajos modulados, poniendo de manifiesto el sentimentalismo in crescendo que protagoniza el disco. Se trata de un paisaje idílico al que Atzur nos invita a entrar, no solo para ver lo que habita en sus mentes, también para escucharnos a nosotros mismos. “Affirmations (For Better Mental Health)” es el ejemplo más claro; introduce un burbujeo incesante que simula el modus operandi de los pensamientos, en este caso, afirmaciones positivas y esperanzadoras. Hasta este punto la musicalidad no es muy variable. Da la sensación que hemos escuchado una misma sinfonía. Ahora bien, “Interlude II” irrumpe con una novedad: violines efímeros dan la bienvenida a la cara B, mucho más ecléctica. Exceptuando “Fuego”, el resto de temas bajan las pulsaciones a texturas sonoras que aumentan el tono melancólico.
Seguidamente, la clarividencia nostálgica de “Aurora” permite que en “Manifesting” los ingredientes electrónicos le den el toque al éxtasis de una catarsis conectada con “Fuego”, donde la armonía alcanza su máximo esplendor lanzando el mensaje de reivindicarse a uno mismo. Este arrebato emocional termina con “Mental Health Walk y “Outro”, evidenciando que igual los problemas no merecen la magnitud que les damos. Solo hay que fluir. El ir y venir de las olas del mar “Outro” nos invita a hacerlo mientras se desvanece acompañado de un piano introspectivo que ha estado muy presente a lo largo del disco. A fin de cuentas, es un álbum muy personal. Atzur ilumina su propia constelación en la que las estrellas son notas y el firmamento un pentagrama cuyo foco está puesto en la salud mental. No es de extrañar, entonces, que la complejidad lírica sea lo más sugerente de todo. Básicamente, lo que oímos son poemas cantados. De ahí que las colaboraciones brillen por su ausencia. Tan solo hay que prestar un poco de atención y nos daremos cuenta que podemos identificarnos con muchas de las cosas que nos dicen, sobre todo si compartimos la condición de overthinkers. El tracklist no es más que el conjunto de instrucciones de un manual con el que poder detectar aquello que nos ocurre, analizarlo y darle solución.
Veteranos desde la salida de su primer EP “Flesh Blood Bones” (19), hará cuatro años, Paul y Patricia demuestran que han sabido superar el reto que supone producir un álbum debut. El resultado es “Strange Rituals”.
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