The Future Bites
DiscosSteven Wilson

The Future Bites

8 / 10
Fernando Acero — 11-02-2021
Empresa — Caroline
Género — Rock

“No creo que pueda hacer un álbum mejor que ‘Hand. Cannot. Erase.’”. No al menos en ese estilo. Ni siquiera pienso intentarlo”. Los términos en los que se expresaba Steven Wilson en la entrevista que hicimos en esta casa hace ya casi cinco años con motivo de su visita al ya extinto Be Prog! My Friend revelaban algo que a estas alturas no debería extrañar a absolutamente nadie: su querencia por la experimentación conoce pocos límites, más allá de los cuatro lugares comunes en su vastísima discografía. Las narrativas cinematográficas rebosantes de melancolía y los pasajes claroscuros plagados de incertidumbre emocional, todo con una sempiterna reverencia al rock progresivo más tradicional.

A propósito de las extinciones, una relectura de esas mismas palabras deja entrever el germen de un carácter incendiario que, si bien no halló una fecundidad precisamente extraordinaria en el aperturista “To The Bone” (17), encuentra su verdadera vocación por la provocación en “The Future Bites”. Su sexto álbum en solitario es, sin embargo, una explosión mucho más controlada –y tal vez por ello menos excitante de lo que cabría esperar– de lo que muchos han creído interpretar en las más recientes idas y venidas del músico británico.

¿De qué hablamos pues, cuando hablamos de extinciones? “The Future Bites” disuelve, en primer lugar, la idea de una narrativa unitaria tanto en lo conceptual como en lo sonoro. Los nexos con obras pasadas se hacen en esta ocasión menos evidentes que nunca: el rock progresivo entendido como construcción artesanal y virtuosa que orbita alrededor de una banda se resquebraja, dejando paso a una monumental pero concisa oda al propio individuo. Su figura emerge como un ente difuso, eléctrico, fantasmal, asumiendo con sorna carismática la propia ironía de su crítica al consumismo, la egolatría y la hiperconectividad de nuestra era en un discurso pop de raíces infinitas.

Si bien es cierto que esta primera aproximación a un individualismo tan evidente puede parecer hasta naif –no hay más que observar la imaginería kitsch propia de un Steve Jobs sombrío y primitivamente seductor que envuelve a videoclips como “Eminent Sleaze” o “Self”–, esta sirve a Wilson para articular un despliegue diáfano en el que la impredictibilidad es precisamente su mayor fuerte. Sus temas pierden complejidad estructural e incluso lírica, pero adquieren una dimensión textural abierta que les permite virar en direcciones inesperadas aunque siempre autoconsistentes.

“Personal Shopper” es tal vez el caso más evidente de ello, con su peculiar encuentro entre un funk vigoréxico y un EBM amenazante coronado por el robótico recitar de Elton John en su puente. Pero episodios como el del flotante trip-hop de “King Ghost”, la vibrante “Follower” o el floydiano discurrir de “Man Of The People” atesoran un rupturismo concienzudo que marca el verdadero punto de inflexión que buscaba en su carrera.

Está claro que en cualquier caso no estamos ante el discurso más fulgurante de Steven Wilson, y tal vez “12 Things I Forgot” sea precisamente una explícita confesión al respecto de su identidad irreversiblemente fracturada, a veces inconexa. Pero si hay algo que pueda hacer de este álbum un nuevo referente ineludible en su discografía es su capacidad de replantear el concepto de pop progresivo y transformarlo en una criatura ambigua y atemporal en un matrimonio consumado entre la tradición formal y un vanguardismo calculado.

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