“Bad Habit” ha sido una de las canciones del verano de 2022, no lo digo yo, sino los millones de escuchas en plataformas. Pero hay mucho más allá de donde salió esta canción de inmediato éxito digital. Al iniciarse el verano Steve Lacy lanzó el que sería su tercer álbum, “Gemini Rights”. En un giro de volante a lo que ha sido su trayectoria hasta el momento, el también componente de The Internet, deja de grabar en su casa, con un móvil medio roto –como el mismo contaba sobre sus últimos trabajos–, para agarrar el estudio en favor de su talento mezclando el pop, el r&b, groove, algo de rap y, por qué no, teatralidad.
El resultado son diez canciones que se extienden durante poco más de media hora al más puro exponente géminis, tanto en lo sonoro como en lo lírico. Lacy articula el discurso en la dualidad de los sentimientos de su más reciente ruptura. De ahí que abra el disco con un piano suave (“Static”) mientras le pregunta resentido a su ex si la ketamina o su nueva pareja le pueden reemplazar. Esta vez sus letras están para contar su historia. Una mezcla entre alivio, rencor, arrepentimiento, e infinitos bucles de nostalgia. Eso sí, siempre con la sensación de que deja algo fuera para trabajar en el sonido.
Si dejamos atrás “Bad Habit”, la canción más pop del conjunto y en la que la voz de Lacy en falsete, combinada con teclados, se arrepiente de no haberse dado cuenta a tiempo de tantas cosa, nos encontramos con un interludio altamente teatral de la mano de Matt Martians, lo que nos lleva a “Cody Freestyle”, una especie de rap onírico en el que sus guitarras dessaparecen. Pero si lo que buscamos es elegancia, hay que llegar hasta “Sunshine”, en la que acompañado por Fousheé fusiona guitarras groovies con un ejercicio de repetición que nos sumerge en una espiral absolutamente hipnótica.
Pero si hay algo que merece ser destacado de este trabajo es sin duda “Mercury” una canción en la que pasa de todo. A partir de un sonido bossa reinventado, Lacy construye diferentes momentos en los que nos va dando aire y quitándonoslo, sin que la base frene en ningún momento. Como quien está a punto de tomar una decisión y no se atreve, recula, coge carrerilla y vuelve a lanzarse al frenesí. De todas las letras es posible que sea la que mayores contradicciones esconde, revisando aquello que pasó y que todavía no queda del todo atrás.
Steve Lacy nos ofrece un disco rico en detalles, capas y texturas que nos deja con la impresión de que, en sus manos, todo resulta sencillo, como si lo natural fuera componer así. Y con todo ello firma un trabajo que deja claro su talento como guitarrista y productor en una suerte de selfie emocional para el recuerdo.
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