El boca a oreja ha convertido a la malagueña Anni B. Sweet en el fenómeno del año, lo que no deja de tener su riesgo, y sería una pena. Si no es fagocitada por el éxito rápido y la música para publicidad, es más que posible que nos encontremos frente a una artista que nos haga pasar muy buenos momentos en el futuro si mantiene el nivel de su álbum de debut para el sello Subterfuge.
Envuelto en una deliciosa portada a cargo de Javier Doria con fotos de Mercedes Hausmann, la producción impecable a cargo de Brian Hunt (a los mandos en el debut de Russian Red) convierte canciones sencillas –las más difíciles de componer- en un cajón lleno de pequeñas cosas, de detalles casi imperceptibles que dan color a paisajes que podrían parecer conocidos y anodinos de no tener un voz tan dulce y segura de si misma detrás. Folk-pop casi lujurioso, de guitarra acústica y preciosistas arreglos con una clase que ya quisieran para si muchos lanzamientos mainstream, aquí lo que importa son las canciones. Once en inglés y una en castellano entre las que resulta muy difícil elegir y, también es cierto, en ocasiones distinguir.
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