Apenas año y medio ha tardado Antonio Luque en entregar la continuación de “Reality Show” (Mushroom Pillow, 22), con el que hace decimonoveno disco en el casillero de Sr. Chinarro. El sevillano se rodea de una banda inédita para completar un disco sensiblemente más reflexivo (al menos, en aspecto) que entregas previas, aprovechando también la ocasión para recuperar la narración en primera persona, después de ese relativo paréntesis (y ejercicio creativo) que supuso el mencionado trabajo previo.
Doce canciones que prestan especial cuidado a los arreglos de vientos y cuerdas, otorgándoles una presencia específica que comparte protagonismo con la entonación de Luque, más melódica de lo habitual, casi amable y en chocante contraste con esa lírica siempre afilada del músico y latente en las propias canciones. Quizá por eso, escuchando este disco no es extraño acordarse de Lambchop o Tindersticks, al amparo de ese rimo con frecuencia sosegado en el que, eso sí, Luque no pierde ocasión de tirar con bala en base a su tradicional y fina ironía. Por ejemplo, en “V de victoria”, “El muelle 1”, “Altavoz Bluetooh”, “Carlos Haya” y, sobre todo, “Bufón”, quizás la mejor del lote.
En fondo (y algo menos en forma) “Cal viva” no es sino un disco con el sello ya inconfundible y también innegociable de Sr. Chinarro, que cuenta con ciertos matices menos habituales, pero que no puede (ni seguramente quiere) disimular el trazo principal. Es esa parte inherente a toda la obra de Antonio Luque, que a estas alturas luce (de sobra) como clásica dentro de la escena independiente patria, dando carnaza y argumentos por igual a detractores y seguidores del músico andaluz, pero que rara vez deja indiferente.
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