Confieso mi debilidad hacia este trío madrileño desde que, casi por casualidad, me sentí atrapado por las rutilantes atmósferas de uno de sus directos, hará ya un par de años al menos. Quizá el factor sorpresa fuera entonces determinante en mis valoraciones positivas, pues esperaba encontrarme con un grupo con solvencia, pero erróneamente también esperaba verles azotados por el mal endémico del stoner: el exceso de linealidad. Ahora, cuando tras haberles degustado en vivo en alguna otra ocasión la escucha está libre de prejuicios infundados, su nuevo trabajo (quinto largo, más un Ep, en diez años de trayectoria) se revela como una prueba más de su talento y personalidad. Ellos también beben de Black Sabbath, faltaría más, pero en su caso el abanico de referencias se amplía hacia el space rock, el siniestro, la psicodelia, el progresivo e, incluso, algunas pinceladas punk. De ello deriva un sonido que alterna distintas texturas, aunque todas ellas persiguen un plan común: crear un ambiente envolvente e hipnotizante que acabe aislando al oyente del resto del mundo. Objetivo conseguido.
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