Sturgill Simpson ganó un Grammy por su último largo de 2016 “A Sailor's Guide to Earth”. Y lo bueno de recibir un galardón de tanto prestigio es que te da una visibilidad, hasta entonces inédita, que te abre la posibilidad de embarcarte en proyectos, que igual no hubieran llegado nunca sin ese reconocimiento de carácter masivo. Aventuras que te sacan de tu zona de confort y que, en el caso de Simpson, se han materializado en trabajos como su colaboración con Jim Jarmusch en su última película “Los muertos no mueren” (19) o en la presentación vía Netflix del proyecto que nos ocupa que no es otro que este “Sound & Fury”.
El cuarto disco del de Kentucky es mucho más que un simple disco. De hecho el álbum puede disfrutarse en su formato de película animada, escrita y dirigida por el japonés Junpei Mizusaki con diseño de personajes de Takashi Okazaki y basada en una historia del propio Simpson. Por lo visto todo acaba resultando un homenaje al Samurai Yojimbo de las películas de Kurosawa, que han inspirado el proceso de composición del álbum. Si eres de los que disfrutas de la estética ‘anime’ es posible que goces de la película, aunque personalmente soy de los que opina que es mejor paladear el disco de forma separada pues juntos, y al carecer el filme de diálogos, acaba resultando redundante y algo fallido. Todo lo contrario que el álbum.
En “Sound & Fury” Sturgill Simpson se ha despojado de su sombrero country de vaquero, para enfundarse una chupa de cuero negra y roquear de buena gana. De entrada el inicio del álbum es espectacular: “Ronin” es un crescendo guitarrero distorsionado a base de wah wah con la herencia de Funkadelic en cada uno de sus surcos. Tras esta “Remember To Breathe” les recuerda a The Black Keys la senda que ellos mismos trazaron en discos como “Brothers”; “Sing Along” parece extraída directamente del “Eliminator” de ZZ Top y “A Good Lock” resulta una especie de versión disco-funk de los Cream de Eric Clapton. Llegados a este punto ya estamos sin aliento y preguntándonos si no nos hemos equivocado de disco, leyendo con cierta incredulidad si se trata del mismo Sturgill Simpson que firmó en el pasado discos de country como “Metamodern Sound In Country Music” (14) herederos de la tradición outlaw de Waylon Jennings. Pero hay más, porque cuando en “All Said And Done” se pone sensible, te deja en una nube de gozo que acaba siendo remachada por el trepidante rockabilly de “Last Man Standing”. Para finalizar, toda una coda de más de siete minutos titulada “Faster Horse In Town” que recoge todo lo sembrado anteriormente. Una trepidante burrada.
No sabemos si este álbum va a ser el rumbo que va a alumbrar la carrera de Sturgill Simpson en el futuro. De hecho es más que posible que no sea así, y se trate de una especie de divertido paréntesis en el que se ha dejado llevar por el “sonido y la furia”, inspirado en los duelos de samurais de Kurosawa. Pero lo que sí sabemos es que Sturgill Simpson se ha marcado el álbum roquero del año frente al que palidecen lo nuevo de The Raconteurs o los propios Black Keys.
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