Decadence & Renaissance
DiscosSotomonte

Decadence & Renaissance

8 / 10
Jon Bilbao — 22-10-2024
Empresa — Autoeditado
Género — Rock Progresivo

Segundo trabajo de Jokin Salaverria bajo el nombre Sotomonte, ya con banda fija y dueños de una evolución clara con respecto a su antecesor, aunque manteniendo los mimbres con los que se creó el proyecto, esto es, folk y rock progresivo fundamentalmente, con algo de psicodelia y hard rock. Con Miguel Moral (Highlights, The Renegados) y Xabier Badiola (Mandrágora) a las guitarras, Unai G. de Kortazar (Conteiner) a la batería y Alberto Trigueros (de distintos proyectos de jazz) a las teclas, el bajista y cantante, Jokin —fogueado en variados proyectos entre Vizcaya y California—, se ha agenciado un vehículo único para la adecuada expresión de su música, que en esta ocasión suena más progresiva y por momentos con una mayor dureza.

“The Nothing” ya nos deja la instantánea clara: un montón de personas corriendo, escapando de esa “nada” que invade el presente de nuestra sociedad y cuyo único objetivo es despersonalizar a todo dios en pro de crear una sociedad homogénea y controlada. Y lo hace a base de rock clásico, ese que sucedía entre finales de los sesenta y comienzos de los setenta, no porque este sea un grupo vintage, sino porque es lo que sus miembros, y su compositor, han mamado. “Gambit” lleva una introducción que ya me pegó en toda la jeta según comenzaba uno de sus conciertos veraniegos, y que ya indicaba que este segundo asalto sería distinto: una bola sónica arrolladora a la que uno no puede más que rendirse, con un penetrante solo de guitarra en su interior.

El uso predominante de las teclas —órgano en su mayoría— se deja notar a lo largo de los nueve temas, creando conexiones con bandas del progresivo, como los primeros Genesis, hacia el final de “Gambit”, en “Blind Faith”, durante la pastoral “Montecristo/The Riddle” o en la filosófica y cuestionadora “What a Game to Play”, que es uno de los temas centrales del álbum. La folk rockera “The Beauty of Tomorrow” y la etérea “Little Vilma” son las dos baladas de un lote por otro lado repleto de rock. Como en “My Cross to Bear”, que lleva un suculento punteo de guitarra y que relata algunas de las ineludibles cargas de la vida diaria. Las letras critican varios aspectos de la sociedad pero en el fondo son positivas, con el cierre tarareado de “The Everything”, que contrasta con el inicio de “The Nothing” y en el que indirectamente se manifiesta que lo importante no puede ser explicado con palabras, sino sentido. Y sobre eso, el sentir y dejarse llevar, la mayoría de la humanidad aún anda demasiado perdida.

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