Con tan lacónico nombre se presenta en sociedad la penúltima y joven promesa salida de la últimamente fecunda cantera londinense. El filtro de calidad del sello Domino avala a un dúo de amigos del instituto sin pelos en la lengua, chica y chico (Asha Lorenz y Louis O'Bryen) que beben de fuentes como el garage elegante, el post-punk, el indie de los noventa y la psicodelia perversa.
Su debut largo, que se materializa tras varias maquetas y mixtapes bien recibidos en Reino Unido, oscila de los buenos estribillos pop como el de “Right Around The Clock”, “More” o “Starstruck” -esta con su riff glam asilvestrado a lo Queens Of The Stone Age-, a las melodías siniestras y de mal viaje de “In Unison” o “Rosie”. Esa idea de fluctuar “del cielo al infierno” –así lo definen ellos– la llevan a la práctica con la colaboración del productor James Dring (Gorillaz, Nilüfer Yanya), con el que han grabado trece cortes tan variados como maduros en líneas generales, con un pie en los clásicos y otro en la modernidad.
Por la naturaleza del combo, chico y chica que se alternan o dialogan en lo vocal –aunque sale ganando una Lorenz de tono perversamente dulce a lo Hope Sandoval–, podría pensarse que estamos ante una versión turbia de unos Blood Red Shoes, o, yendo más allá, Blonde Redhead y Wolf Alice. Pese a algún altibajo, se muestran no sólo sobrados de ideas y con la lección bien aprendida, sino sólidos como grupo de rock sin complejos (“Perfect”) o construyendo baladas turbias (“As The Sun Sets”, la dispersa “Wolf”), momentos luminosos (“Heather”, “Ode To Boy”) y aventuras inclasificables (“Rock'n'Roll Star”).
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