Todavía rebota en mis neuronas el estupendo concierto ofrecido por el de Oakland en la pasada edición del Azkena. Consiguió mantener a todo el personal pendiente del escenario pese a la insistente lluvia que el cielo de Vitoria dejaba caer sobre nuestras cabezas. Su azarosa vida y su pasado de vagabundo dan para retórica pero lo único cierto es que estamos ante uno de los intérpretes de blues más genuinos del presente. A sus setenta y dos años, setenta y tres según otras fuentes, derrocha intensidad y oficio en este nuevo álbum. Séptimo disco de estudio grabado en su casa, bebiendo y tocando según afirma, junto a su inseparable batería Dan Magnusson y con la presencia de Luther Dickinson, Georgina Leach y Ben Miller. Mantiene el trote tribal heredado de John Lee Hooker, se acerca al rock de raíces en un par de temas y firma un posible hit en discotecas abiertas de orejas con la festiva y bailable “Summertime Boy”.
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