La impasibilidad con que todavía se expresan Sonic Youth, al contrario de lo que podría haber sucedido con el paso de los años, ni acaba empachando ni aburre sino que en esta ocasión ha encontrado un tono más acorde con una linealidad global que no se hallaba en otros discos de estudio desde "Washing Machine".
Quizá no pierdan sus señas de identidad propias ni se hayan visto corrompidos por el cáncer de la fama –será porque el éxito masivo se les resiste–, aunque a estas alturas ya no sorprenden a nadie.
Han perdido parte del barroquismo de antaño y, aunque aún siguen sin saber terminar las canciones, la verdad es que el alistamiento en su momento de Jim O'Rourke ofreció una matizada complementariedad que se refleja también aquí: los temas han adoptado una duración ajustada, se destaca algún acercamiento a una especie de pop terrorista ("Paper Cut Exit"), hasta pasajes ambientales a base de la superposición de texturas sonoras (como el principio de "I Love The Golden Blue") y cierta patada en los ovarios a Mariah Carey...
Una percusión galopante ("Pattern Recognition") y las líneas psicóticas de guitarra marca de la casa ("New Hampshire") están presentes a lo largo del disco, la voz de Kim Gordon canta más lacia que nunca ("Dude Ranch Nurse") y Lee Ranaldo se muestra muy contenido, a lo mejor demasiado pendiente de las promos de su libro. Su anarquía suena hoy algo acomodada, pese a mantener intacta esa intención nada pacificadora entre ruido y melodía.
Queda claro que son una influencia para todo el mundo, así que sería bueno que si tantos hijos bastardos están saliendo de debajo de las piedras, se reinventarán ellos mismos algún día.
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