A pesar de que este disco tenía prevista su publicación para este verano, y haya sido la propia Laura Marling la que decidiera adelantar su salida, resulta paradójico que sea el trabajo que más tiempo ha tardado en editar la cantautora de Hampshire. Y es que, hasta le fecha, Laura Marling nos tenía acostumbrados a realizar puntualmente una entrega cada año y medio, máximo dos años, desde que hiciera su debut en 2008, cuando contaba tan solo con dieciocho años de edad. Desde entonces su discografía no ha parado de madurar, a la par que ella, hasta alcanzar el que es ya su séptimo trabajo de estudio con los treinta recién cumplidos sobre sus espaldas. Es quizás por eso que las expectativas habían crecido todavía más con el paso de los meses. Y es quizás por eso que el disco te deja un sabor algo agridulce. Y lo hace porque, tras dos discos de estudio en los que la inglesa se había mostrado más expansiva y, sobre todo, muy variada y rotunda en las texturas melódicas de sus canciones, esta vez nos ha presentado un álbum muy apocado que mira hacia su interior, mostrando tan solo su faceta más vaporosa, desnuda y delicada. Un disco algo desigual y que curiosamente mejora mucho a medida que avanza y se va desprendiendo del ritmo algo trotón de los primeros compases, para acabar en una duermevela acústica que tiene su máxima expresión en uno de los mejores temas que ha grabado nunca titulado “Blow by Blow”. Pero empecemos desde el principio.
Laura Marling ha concebido este trabajo como un disco dedicado a la hija que todavía no tiene, pero que algún día desearía tener. Un disco en el que describe sus propias ansiedades ante el mundo que heredará y al que se deberá enfrentarse esa pequeña Marling. Excusa que la cantautora aprovecha para hacer un análisis de su interior, muy influenciado por su creciente interés por el psicoanálisis que, sin duda, ha marcado el tono reflexivo, minimalista y suave del álbum. Diez canciones que van de menos a más, a medida que Laura Marling se va despojando, como las capas de una cebolla, del ritmo y la percusión, para entrar en terrenos cada vez más lentos, íntimos y vaporosos, pero algo exentos de momentos con la rotundidad suficiente para grabarse a fuego en la memoria melódica del oyente. Objetivo este, que parece que no estaba dentro de los planes de la cantautora ya que, por momentos, parece olvidar que este disco iba a ser escuchado por alguien más que no fuera esa hija imaginaria a quién se lo dedica. Y ese se me antoja el principal problema de una artista que ha creado un sello tan distintivo que a veces actúa como una losa. Algo parecido a lo que le ha sucedido a un músico tan personalísimo como M. Ward, cuyo estilo a veces se impone por encima de las canciones y diluye su capacidad para conectar con el gran público.
Pese a todo “Song For Our Daughter” es una muestra más del enorme talento de Laura Marling, del prodigio de su tonalidad vocal, y de la sensibilidad que puede llegar a derrochar a raudales aupada por una instrumentación mínima basada en su acústica, pero también en el piano y unos estupendos arreglos de cuerda sumados a unos coros femeninos que le dan cierta aureola espiritual al álbum. Lástima que el meollo del disco se encuentre en sus temas centrales (la concatenación de “Only The Strong”, la ya citada “Blow By Blow”, “Song For Our Daughter" y “Fortune” absorbe como un agujero negro la valía del resto del álbum) y lástima también que el ritmo o mejor dicho la ausencia de él acabe imponiéndose con tanta rotundidad. Pese a todo, el álbum es una joya que requiere escuchas para ser apreciado en su justa valía, aunque no sea un artefacto perpetrado para animar ninguna tarde de encierro.
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