Solange siempre ha ido un paso por delante de Beyoncé en lo que a criterio musical se refiere. Pese a su reducida popularidad, la artista ha vivido durante largos años en la sombra desarrollando una trayectoria musical basada principalmente en sus raíces y su pasión por el r’n’b. Desde que en 2008 llegara “Sol-Angel And The Hadley St. Dreams”, Solange no ha querido dar un movimiento en balde en su crecimiento. De ahí que tras este homenaje a la música negra de los sesenta, con matices de pop comercial, no volviera a sacar disco hasta 2012 en el que a través de “True” nos presentó a la Solange definitiva con una perspectiva de futuro muy interesante.
“A Seat At The Table” se ha convertido en el álbum que aúna todo lo que Solange quiso mostrar al gran público desde sus comienzos. Es un disco en el que cada canción respira gracias a sus fuertes influencias, sus amadas leyendas del soul y el r’n’b más clásico vagan por el largo dejando lo mejor de ellos mismos. Es una confrontación entre el pasado y el futuro, una intención de recuperar la música como medio de protesta para su comunidad. Soltar verdades, hablar del caos, el agotamiento, o la angustia de sus semejantes. En “A Seat At The Table” encontramos una fuerte carga autobiográfica. El disco está basado en los lugares que dieron refugio a los antepasados de Solange, experiencias a las que se enfrentaron e incluso su madre Tina se presta a aparecer en los interludios para colgar su opinión. Sin embargo, lo más interesante del proyecto es esta idea de construir un mensaje colectivo que sirva para todos. Un manifiesto a favor de los derechos de la mujer negra, su evolución y eterna lucha. Una propuesta con la que se pueda identificar cualquier perfil en el mundo actual que sufra semejante infravaloración.
A Solange siempre le gustó aquello de unir fuerzas con sus iguales y alzar la voz lo más alto posible. De ahí que Saint Records, su propia discográfica, con el paso del tiempo se haya consolidado como un sello donde apostar por los proyectos de todos aquellos que amen el r’n’b y tengan algo importante que contar. Convertirse en una plataforma necesaria para su comunidad a la hora de gritar a todos lo que piensan. Por esta razón, no nos sorprende la incorporación del magnate, y rapero, Master P en los interludios del disco para hablar de “No Limit Records” como ejemplo de éxito de una discográfica pequeña con intereses similares a los de Solange. Fuerte, y seductora, la voz de Solange actúa como guía en “A Seat At The Table”. Siempre mira al futuro, pero nunca olvida todo el cansancio acumulado. Busca nuevas formas para expandir su música, pero lucha por revivir un mensaje que considera falto de protagonismo en el presente. Y Raphael Saadiq, como co-productor ha pillado esta idea desde el principio. El músico ha sabido captar a través de sus arreglos este doble discurso y ha conservado, a la perfección, esa línea tradicional que consolida el proyecto. Junto a él, estrellas de masas como Lil Wayne o Kelly Rowland tienen presencia en el disco. Y a destacar, por un lado, el trabajo de Sampha en “Don’t Touch My Hair”, o sus diálogos con Master P y Devonte Hynes. Y, por el otro, la perfecta unión junto a Kelela en “Scales” donde se llenan de sintetizadores para sacar la parte más inspiradora y positiva del álbum. Curiosamente, “A Seat At The Table” consiguió arrebatarle el número uno en Estados Unidos a Bon Iver en su semana de apertura, con lo que Solange jamás ha tenido tanta visibilidad como artista. Y, todo esto, ha ocurrido en un año cargado de grandes discos de r’n’b y proyectos de protesta que podrían haberle eclipsado por completo. Este álbum es un antes y un después en su carrera. Y lo más importante, el justificante de que todo el universo por el que lleva luchando durante años tiene un sentido en el presente.
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