“Willow Tree”, el primer tema de “Soft Airplane” –tercer álbum de Chad Vangaalen– remite en clave lo-fi al sonido que ha encumbrado a Sufjan Stevens: un banjo como columna vertebral, una voz evanescente y multitud de incorporaciones instrumentales a medida que la canción va avanzando (trompetas, clarinetes, un xilófono). Es el primer de los muchos experimentos que encontramos en el nuevo disco del canadiense: en “Bones Of Man” consigue hacernos olvidar de que su voz se parece peligrosamente a la de Neil Young; “Cries Of The Dead” empieza como una de las sinfonías de bolsillo de Isan y continúa con esa extraña mezcla de ingredientes campestres y urbanos que ya exhibía en “Infiniheart” (Sub Pop, 05) y “Skellicollection” (Sub Pop, 06). El folk-pop de sus anteriores álbumes se condimenta esta vez de programaciones juguetonas, como las de “Phantom Anthills” –donde descubrimos a un Vangaalen inspirado por los videojuegos de 8-bits–; incluso encontramos una aproximación a la música dance (con harmónica incluida) en “TMNT Mask”. Aviso: bajo capas de instrumentos dulzones y confortables se encuentra uno de los universos líricos más inquietantes post-Daniel Johnston.
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