A un pájaro rojo

Que la música es un elemento sanador, es algo que ya sabemos. Pero en todo esto, hay ciertos grados y, situaciones, unas más urgentes que otras. Y para Sofía Comas la música es un salvavidas, se agarra a ella como a un flotador en medio del océano.

Lo hizo en 2020 con “El verano será eterno” para superar la muerte de su padre y ahora, después de un tramo de vida, digamos que, confuso y convulso, saca su mejor arma para derribar el vértigo. Esta no es otra que esa capacidad (y necesidad) innata para componer.

“A un pájaro rojo” conjuga dos universos en apariencia incompatibles, la electrónica y los juegos malabares y desconcertantes de lo medieval. Sin que uno arrastre al otro, simplemente como dos complementos para lo esencial: la virtud que como cantautora tiene Sofía Comas para huir de lo prototípico.

En el poco más de media hora que dura el disco, y bajo la producción de Mumbai Moon, Comas habla de las incertezas de la vida y la manera de resolverlas. Desde el pitido inicial con la confesional “A un pájaro rojo”, el aplomo épico de “Hasta el alba” y “Esperanza verbena” con sus palmas y la vista puesta en el baile y su amanecer. “Nunca nunca” narra la gran duda; si tirar hacia atrás o hacia adelante, pero como dice ella: “nunca más quedarme aquí”. En “Arrorró” lleva el experimento hasta el infinito y así hasta “La tormenta”, el largo epílogo para un disco que todo buen doctor, te recomendaría.

Pocas recetas tan certeras para la cura de este “A un pájaro rojo”. ¿El siguiente paso? Ya veremos, pero seguro que en el horizonte hay algo sincero y en su mundo, de nuevo una pequeña revolución.