Intensas emociones, fluyendo en sentidos contrapuestos, se desatan al escuchar el último disco de Schizophrenic Spacers. Por un lado, reconforta y energiza comprobar que estamos ante una nueva entrega de canciones poderosas, honestas y salidas del corazón, articuladas por la banda catalana desde su profundo conocimiento y hábil manejo del lenguaje rock. En contraposición, entristece y encabrona pensar que se trata de su álbum de despedida, el punto y final a una carrera que, tras superar incontables obstáculos, había adquirido en los últimos años una velocidad de crucero nada desdeñable. Pero es lo que hay, nada dura para siempre y, al menos, aquí tenemos este “So Long” para resarcirnos en parte de este adiós.
Presentado en formato vinilo, con melancólica portada que muestra al cuarteto alejándose, el disco se erige en coherente y lógica continuación a sus trabajos más recientes. Es decir, ahonda en el estilo que con los años les ha convertido en fácilmente reconocibles, distanciándolos de impersonales clones más o menos encubiertos de bandas classic rock. Además, han grabado otra vez, y ya van cuatro, en los estudios del Deltono Hendrik Röver, consiguiendo así la misma robustez y nitidez de sonido que en “Gloria” (21), “Now” (19) y “It Better Be Good” (17).
Pasando a las canciones, encontramos una cara del disco cantada en castellano y otra en inglés. En la primera, nos dan la bienvenida con “Audiencia”, tema en el que invitan a Miguel Moral de Los Renegados para cantar a dúo con Sergio Martos. Brilla la solvencia instrumental, aunque se recreen en ella solo lo estrictamente necesario, mientras acordes con ecos space-rock y algún guiño al Arthur Brown de “Fire” ponen la guinda al pastel. Las letras, incluidas en la carpeta interior, oscilan entre el desencanto de “Al final…”, el hartazgo de “Parte del pasado” y, en uno de los cortes más pegadizos del álbum, el enigmático protagonismo de un tal Samuel Luiz.
En inglés los textos corren a cargo de Javier H. Ayensa, músico afincado en Londres que, con sus afiladas palabras, impulsa composiciones como “Inside Out”, que es la más desbocada del lote, o “Two Wrongs Don’t Make A Right”, que destaca por sus vibrantes cambios de tempo. Para cerrar, la atmósfera triste de “So Long” no solo suena a despedida, sino que es capaz de transmitir el abatimiento propio de la misma. A fin de cuentas, por tanto, “So Long” es un disco que sigue las líneas maestras trazadas en trabajos anteriores, pero más cargado de emotividad, como consecuencia de las circunstancias que lo rodean. Al escucharlo, es fácil empatizar con los Spacers, tanto por el adiós en sí, como por el convencimiento de que merecieron no solo un público tan fiel como el que tuvieron, sino también uno más mayoritario.
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