Si algo bueno tienen High On Fire
es su rechazo frontal a cualquier tipo de concesiones. Lo suyo consiste en
noquear al oyente sin miramientos; en dar rienda suelta a su fuerza bruta sin atisbo
alguno de misericordia. Sus temas, libres, avasalladores y con espíritu de jam
session infernal, parecen la definición exacta de metal crudo, primitivo y
hecho con las entrañas. Por eso sorprende que, cuando hasta los más despistados
y detractores sistemáticos del género elogian las cualidades infinitas de la
banda, High On Fire se descuelguen con su álbum más “accesible” hasta la fecha.
El cambio resulta evidente ya desde la primera nota del tema que da título al
disco, con una armonía de guitarra que bebe directamente de Iron Maiden y Judas
Priest. La canción adquiere, acto seguido, el tono habitual en ellos: riffs
inflamables, redobles de batería y ritmos rápidos y cambiantes liderados por la
cada vez más cazallosa voz de Matt Pike. Aunque el verdadero shock llega con el
primer estribillo. ¡Sí, estribillo! Y con entonación y melodía de fondo. El
contrapunto se repite en “Frost Hammer”, machacona e intensa, pero que
desemboca en un medio tiempo atonal de voces “limpias”. O en la lenta y
agonizante “Bastards”, con frases solitarias sobre notas de guitarra
reverberantes. Mentalícense. “Snakes For The Divine” no es “Blessed Black Wings” ni “Death Is Just The Communion”, aunque sí mantiene intermitentemente su furia
(“Ghost Neck”, “Fire, Flood And Plague”). Un paso extraño que, pese a todo, nos recuerda que
los conceptos brutalidad, matices y evolución no tienen por qué estar reñidos.
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