Los últimos años de Slipknot han sido un constante balanceo. En 2010 muere su bajista Paul Gray y poco después rompen su relación con el batería Joey Jordison (fallecido el pasado 2021). Sin dos de sus miembros más importantes y con Jay Weinberg a la batería y Alessandro Venturella al bajo lanzaron el decente “.5: The Gray Chapter” (14) demostrando estar todavía en forma. Un lustro después volvieron con el digno y más experimental “We Are Not Your Kind” (19), y este 2022 vuelven con “The End, So Far”, en el que Michael Pfaff debuta como percusionista y miembro oficial reemplazando al recientemente despedido en extrañas circunstancias Chris Fehn. También supone el fin de su contrato de más de dos décadas con la empresa Roadrunner.
Guste o no, Slipknot ya es una banda mítica dentro del metal moderno. Cuando irrumpieron en 1999 con su enfermizo debut, odiado por los metaleros más carcas y amado por la gente más abierta de mente y acostumbrada a esa fusión de hardcore chandalero, metal y rap que comenzó en los noventas, enloquecieron a millones de personas. De ahí en adelante, y sin dejar sus máscaras y trajes, su carrera no ha hecho más que crecer hasta convertirse en el referente que son hoy en día. Con su séptimo disco de estudio, los nueve enmascarados de Iowa continúan su curso, aunque brindándonos una versión menos inspirada de la banda que han sido en sus dos anteriores álbumes.
“The End, So Far” es un trabajo que no despierta demasiado entusiasmo a pesar de contar con temas como la melódica y atípica “Adderall” (atípica, que no buena per se), los tres adelantos pasables ya presentados como singles (“The Dying Song”, “The Chapeltown Mag” y “Yen”) o la excelente y explosiva “H377”. Podría decirse que “The End, So Far” llega a cumplir y que es un disco variado, pero que no mantiene un nexo claro entre sus canciones. Los recursos que la banda emplea suenan ya demasiado conocidos y no dejan poso. Los momentos más interesantes del disco lo son gracias al gran trabajo vocal por parte de Corey Taylor, alguna brillante línea de bajo que asoma la cabeza cuando aparecen las melodías y los adornos puntuales y certeros por parte de Sid a los platos. Incluso algunos riffs que destacan entre los más predecibles. El resto, incluidas las baterías de esa bestia que es Jay Weinberg, no logran el nivel que le demandamos a una banda como Slipknot.
“The End, So Far” es un constante juego de melodía-agresividad que siempre parece seguir el mismo cauce. Canciones como “Hivemind”, con sus momentos de metal extremo, los coros hardcoretas de “Warranty” y “H377” o las más diferentes y oscuras “Medicine For The Dead” y “Acidic” acaban salvando la escucha, pero no incitan a volver a escuchar el disco completo. Lo mismo pasa con “Heirloom”, “De Sade” o “Finale”, posiblemente los momentos menos inspirados del disco, más cercanos a un cruce entre Stone Sour y unos Slipknot más bien desubicados.
Lo cierto es que da la impresión de que Slipknot hayan trabajado lo justo para cumplir su contrato con Roadrunner, dejándonos con la sensación de que los estadounidenses no han dado precisamente el paso más acertado de su carrera. Veremos lo que nos depara el futuro, pero a día de hoy nos quedamos con la sensación de que “The End, So Far” bien podría ser su peor disco hasta la fecha.
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