Urgencia. Mordacidad. Abrasión. Todo lo que echábamos de menos en un disco de Sleater-Kinney desde "No cities to love" (2015) está aquí. Ya sea por la producción crujiente de un John Congleton que extrae oro del balance entre el chasqueo de lo digital y el restallido analógico de unas guitarras eléctricas que para Carrie Brownstein y Corin Tucker son herramienta distintiva, ya sea porque las dramáticas circunstancias que enmarcaron su grabación (el fallecimiento de la madre y el padrastro de Carrie en accidente de tráfico en unas vacaciones en Italia) le confirieron ese carácter de duelo-que-no-quiere-parecerlo-porque-exprime-la vida, ya sea porque las de Olympia tratan de no repetirse nunca y simplemente esto es lo que ahora tocaba. Es un undécimo álbum vibrante, tan áspero como seductor, emocionante en todo momento, que rescata la capacidad del dúo para combinar fiereza e irrebatibles ganchos pop. Y con Corin Tucker acaparando primer plano vocal, quizá porque Carrie Brownstein lo necesitaba.
“Needlesly Wild” y “Small Finds” suenan desafiantes y sexies. “Don’t Feel Right” es irresistiblemente pegadiza. “Six mistakes” es una bárbara andanada de rock agreste como no se marcaban desde "The Woods" (2005): su tramo central es un agujero negro en el que perderse. “Crusader” es un petardazo synth pop a la altura de lo mejor de su producción del último lustro. Y “Untidy creature”, el cierre y precisamente la canción con la que empezó todo, resuena con una angustia y una rabia que encapsulan a la perfección el tono de un disco que también tuvo excelente tarjeta de presentación en “Say It Like You Mean It”, lo más parecido que han hecho nunca a Fleetwood Mac, al margen de esta portada. Resulta difícil imaginar mejor modo de celebrar su treinta aniversario como banda.
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