Parto de la base de que, a estas alturas, a Jeff Tweedy no le tose ni Dios, pero a la vez debo admitir que el de Chicago es uno de esos músicos que, como Bob Dylan o David Bowie, necesita vampirizar algo de la brillantez del típico musicazo multi-instrumentista que, si bien no alcanzará en la vida la capacidad del jefe para hacer tonadas inmortales, sabe aportar ideas, corregir matices, añadir texturas y sacarle de esa tendencia existencial que tiene el líder de Wilco. Jay Farrar, Jay Bennet, Jim O’ Rourke, son algunos de los músicos que han pasado por su vida dejándole huella, marcándole en una trayectoria que alcanzó el cenit de la popularidad en sus dos últimos trabajos.
Ahora, refugiado tan sólo en la que ha sido su banda de directo de los últimos años, y muy especialmente en el enorme talento de su guitarrista Nels
Cline, en lugar de eclosionar con un disco que aunara la mordiente pop de “Summerteeth” con la madurez creativa de “A Ghost Is Born” y dejarnos a todos desparramados de gusto, se deja llevar por su yo infinito y se saca de la manga un disco lánguido, repleto hasta la saciedad de medio tiempos y baladas con vocación atemporal (“Please Be Patient With Me”, “Sky Blue Sky”, “On And On And On”) que a buen seguro colmarán las expectativas de los fans de su vertiente más íntima, desnuda y descarnada. Sobredosis de ensoñación emo-folkie, en ocasiones de muy altos vuelos (la versátil “You Are My Face”, la elegancia en los punteos jazzy de “Impossible Germany” el colorido semi soul de “Hate It Here”) y en otros con cierta tendencia al piloto automático compositivo, todo hay que decirlo.
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