Si nueve años separaban al primer y segundo álbum de estudio de Skrillex, poco menos de dos días hemos tenido que esperar para poder disfrutar del tercero. El regreso en solitario de Sonny John Moore ha llegado por partida doble. Se trata de “Don’t Get Too Close”, complemento perfecto de “Quest For Fire” (23) y muestra inequívoca del ansia de Skrillex por demostrar seguir siendo un todoterreno de la electrónica en las dos caras de su moneda (en la del padre del dubstep estadounidense y en la de infalible productor mainstream). Si el primero de los lienzos de este díptico suponía un campo de experimentación y (re)descubrimiento con el bass house como materia prima, el segundo se presenta como una reivindicación del featuring y, sobre todo, de ese Sonny más alejado de los focos, responsable de temas de gigantes como Justin Bieber, Beyoncé, Lady Gaga o FKA Twigs.
Skrillex lanza casi al unísono dos proyectos muy diferentes pero unidos entre sí por bisagras que nos obligan a ponerlos en diálogo. Si en el primer tema de “Quest For Fire” el californiano nos pedía que “Leave Me Like This”, en la apertura de “Don’t Get Too Close” se nos implora lo contrario. Utilizando las mismas vocales y melodía, “Don’t Leave Me Like This” pone sobre la mesa —sobre todo a través de su outro, una cita al filósofo Alan Watts— el leit motiv del álbum: la calma después de la tormenta, la victoria del positivismo y el abrazo tras la soledad (“and finally you would dream where you are now”). El carpe diem supone el raíl por el que este tren llega a “Way Back”, colaboración con PinkPantheress y Trippie Redd y, sobre todo, cálido soplo de drum and bass sin ganas de sobresaltos pero con la voz de la cantante inglesa como principal atractivo. Imposible que Yung Lean no se sienta como en casa en “Ceremony”, una especie de bedroom bass británico que, aún hacernos fantasear con una futura colaboración del productor californiano con slowthai, no tiene tantas ganas de guerra como la contribución del productor en “Stardust” (22).
Después de ser uno de los arquitectos principales de su “Promises” (15), Sonny se reencuentra con Justin Bieber en “Don’t Go”, carismático tema que fluye sin problema hasta la radio mainstream pero que se queda lejos de la maestría de anteriores colaboraciones como “Where Are Ü Now” o “I’ll Show You”. También resulta algo tímida la colaboración con el rapero Kid Cudi, edulcorado experimento con aires a Post Malone que no exprime al máximo las posibilidades del responsable de “Pursuit Of Happiness”, tema insignia del EDM. De la misma forma, el cameo de Swae Lee en “Mixed Signal” se queda bastante descafeinado en contraste con su despliegue de energía en “TOO BIZARRE (juked)”, capítulo esencial en “Quest For Fire”. Las comparaciones son odiosas, pero es cierto que “Don’t Get Too Close” se precipita –debido a su voluntad celebratoria, despreocupada e indulgente– en una forma predominantemente homogénea, sin sobresaltos y, por consecuencia, sin demasiadas sorpresas.
Sin embargo, vale la pena reivindicar varios temas que podrían pasar desapercibidos, como es el caso de “3am”, delicado trap al servicio del bass donde, además de unos puntales chops a celebrar, el indiscutible carácter de Prentiss (¡cantante de dieciséis años!) tras el micrófono se proclama como joya de la corona y, por supuesto, como talento al que seguir la pista. “Don’t Get Too Close”, tema que da nombre al proyecto, es carne de lagrimilla inesperada. Acompañado de Bibi Bourelly y de una intimidad sonora innegable, Sonny se anima a volver a ponerse tras el micrófono en un vibrante himno a la nostalgia y a los sueños que se cumplen. Sin duda la pieza más sincera de su díptico, un regalo para los fans que ya lloraron con ese Skrillex que suplicaba (con su propia voz) que no le dejaran solo en “Fire Away”, epílogo de “Recess” (14) y uno de los temas más infravalorados de la discografía del californiano. Imprescindible rescatar “Selecta”, contribución al álbum del ya de confianza BEAM, que se presenta como una de esas bisagras que antes comentábamos, no sólo porque una de las frases del tema se samplee en “Rumble”, sino sobre todo por la forma en la que reivindica la energía del bass house de “Quest For Fire”.
En definitiva, “Don’t Get Too Close” se presenta finalmente como el menos sorprendente de los dos discos que conforman la vuelta de Skrillex. Si “Quest For Fire” se centraba en la estilización de un nuevo dispositivo propio tras nueve años sin proyectos en solitario, este segundo experimento tiene, paradójicamente, poco de experimentación. Si algo quiere encontrar aquí Sonny son nuevas voces y antiguos amigos. El álbum se confirma como una reunión de colegas, un retorno a la falta de pretensiones de ese garaje nombrado en “Don’t Get Too Close”. Lejos de las boiler rooms, reivindica la introspección colectiva, el petit comité y el after en habitaciones. Imposible echar de menos, eso sí, algo más de heterogeneidad en el conjunto, alguna que otra sorpresa o, al menos, algo más de ambición. Pero si esto es lo que Skrillex necesita no le echaremos nada en cara. Sonny abraza su condición de productor mainstream en un viaje intimista sin miedo a jugar dentro de los límites del nuevo pop.
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