Poco importa que Simple Minds hayan continuado sacando discos de manera regular a lo largo de todas las décadas que han acontecido desde aquel debut de 1979 titulado ‘Life Is A Day’ (Atlantic, 79), hasta amasar en los últimos veinte años un considerable bagaje de referencias publicadas. Porque, en realidad, los escoceses serán siempre una formación asociada inexcusablemente a los ochenta, época en la que cosecharon éxito global con discos tan apetecibles para todos los públicos como ‘New Gold Dream’ (81-82-83-84) (Virgin, 82), ‘Sparkle In The Rain’ (Virgin, 84), ‘Once Upon A Time’ (Virgin, 85) o ‘Street Fighting Years’ (EMI, 89).
Ahora Jim Kerr, Charlie Burchil y compañía publican nuevo álbum de estudio, concretamente el decimonoveno dentro de su discografía, certificando una entrega que, al menos de inicio, se recibe con ese ligero escepticismo inherente a la formación de turno ligada a épocas pretéritas que se aventura a lanzar nuevo elepé. Una vez metidos en harina, sucede que ‘Direction Of The Heart’ se tambalea entre sus propias virtudes y defectos, haciendo unos equilibrios extendidos a lo largo de sus nueve composiciones (un total de once en la edición deluxe). Entre los aciertos del presente conjunto de canciones destaca la capacidad de los autores para seguir dando con atractivos estribillos de pop, de esos de los que resulta imposible escapar, diseñados como están para reclamar atención inmediata y certificar la posterior conquista.
El olfato de Kerr y Burchil continúa activo cuando se trata de manufacturar canciones poco menos que inmediatas y pensadas para la celebración masiva en sus conciertos, habilidad aquí concretada en piezas con vitola de single del tipo de “Vision Thing”, “Act Of Love”, “Human Traffic”, “First You Jump” o “The Walls Came Down”. En el extremo opuesto se situaría la obsesión del combo por reverdecer laureles de forma algo descarada, en lo que bien podría entenderse como declaración de principios, pero también como un intento desesperado por detener el tiempo. En esta misión entrarían de lleno las labores de producción, empeñadas en apurar los niveles de épica en base a un sinfín de adornos que, si bien nunca han faltado en las canciones de Simple Minds, aquí reducen la credibilidad del asunto y remiten a ese tipo de engañifas utilizadas con frecuencia por Coldplay.
Son, en la práctica, las dos caras de una misma moneda; la misma que los británicos lanzan al aire y esperan a que se decante hacia uno u otro lado. Finalmente, la suerte parece sonreírles y, a pesar de que en ciertos momentos el disco resuene como forzado refrito de otros platos, ‘Direction Of The Heart’ incluye un buen puñado de canciones funcionales que se disfrutan como pecado culpable, hasta justificar (de algún modo) el lanzamiento y el propio regreso al estudio de Simple Minds. Y también, de paso, porque parte del carisma original de los de Glasgow perece perdurar cuarenta años después.
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