Qué absurdo resulta a estas alturas ponerse a elucubrar al respecto de una crítica del viejo Neil Young… Bueno, resulta absurdo si es que al maestro no le da o por acompañarse de algún alumnillo aventajado (dígase Pearl Jam) o de sus siempre eléctricamente efectivos Crazy Horse o incluso por lanzarse a través de terrenos más introspectivos , como hiciera en su momento con el fundamental “Sleep With Angels”.
Por eso, tras tanto batallar, cuando Neil Young juega a ser Neil Young –es decir, a tirar de su vertiente más clásica, más acústica, más de folk singer- le salen canciones a patadas. Abre la boca, entona con su harmónica y, con un simple rasgar de las cuerdas, ya cuenta con un nuevo hijo creativo que sumar a uno de los cancioneros más extensos y arriesgados del rock.
Por eso resulta absurdo comentar demasiado al respecto de Silver & Gold, porque sencillamente es eso, un disco de Neil Young en su vertiente más… Neil Young (el de “Harvest”, “Harvest Moon” o “Comes A Time”), un trabajo que suena a clásico, que evoca anteriores canciones del canadiense y que te dará motivos suficientes para esperar inquieta la próxima acrobacia vinílica con la que le gusta sorprendernos. Y rara vez no lo consigue
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