Bloc Party tienen la misión imposible de convertirse en los Franz Ferdinand del 2005. Imposible porque al moverse en otras coordenadas la pegada de sus canciones es menor (a estos londinenses les tira más el rock épico, como en las iniciales “Like Eating Glass” y “Helicopter”). Imposible porque los escoceses no necesitan de coartadas pseudo-politizadas para llamar la atención (si creyéramos a la prensa inglesa Bloc Party serían unos peligrosos izquierdistas).
Imposible en definitiva porque los Ferdinand sencillamente llegaron primero y ahora todo el mundo queda marcado por su estigma (hasta ese homenaje a los Blur del “Song 2” que es “Positive Tension” nos acaba recordando a “Take Me Out”). Analizado en el vacío, “Silent Alarm” sería un disco atractivo, con guitarras ochenteras (“Banquet”) y destellos de genio, pero en un contexto de hype indisimulado no estoy dispuesto a tolerar el estrepitoso bajón de su segunda parte. Que no te engañen: “Silent Alarm” queda muy por debajo de lo que pretende y a años luz de lo que nos dicen que consigue.
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