La artista mancuniana afronta su segundo larga duración con importantes cambios estilísticos, ofreciendo un giro directo hacia el pop ochentero donde los teclados psicodélicos acaban por impregnarlo todo. La evolución reflejada desde la publicación de su debut "Nothing’s Real" (Polydor, 2016) resulta fascinante, optando por dejar de lado la parte destinada a conquistar a las grandes masas y adentrarse en una concepción sintética más minimalista pero con sus momentos álgidos. Enfocando las canciones hacia el público queer femenino, para evitar de este modo tener que identificarse en los temas de amor escritos para el público heterosexual, Shura encuentra un perfecto hilo romántico a desarrollar.
Escuchando con detenimiento estas nuevas canciones resulta fácil verse involucrado dentro de toda la versión moderna relaciones sentimentales donde la distancia, la ansiedad y la comunicación virtual suponen el día a día. Shura sabe expresar en sus historias todo ello de una forma muy elegante, intentando tomar un respiro en los momentos precisos y dejando que ritmos moderadamente discotequeros acaben dentro de la cabeza del oyente. Solo así es posible quitarle dramatismo a la fría realidad y hacer que estas canciones partan de la experiencia personal para poder reflejar situaciones de lo más universales.
Atendiendo a lo logrado en el plano sonoro, poco parece importarle que buena parte del disco huya de los estribillos pegajosos, moviéndose más bien en los tempos lentos donde reflejar tanto una cara vulnerable y asustadiza como otra relacionada con resurgir y seguir luchando. Dos facetas complementarias que adquieren completo significado, ofreciendo una visión amplia relacionada con todo lo que conlleva involucrarse de lleno en una relación sentimental.
La forma de doblar las voces en ciertas ocasiones y darse una gran libertad a la hora de añadir los diferentes efectos electrónicos presentes propicia que las canciones tampoco necesiten de una melodía robusta para funcionar a las mil maravillas. Este puede ser el caso de una “BKLYNLDN” que acaba por desvelarse como una de las grandes sorpresas del disco, todo ello sin necesidad de ofrecer una versión intensa, sino más bien todo lo contrario. Contrastes de lo más interesantes con los que evitar encasillarse en una forma concreta de hacer canciones y ofrecernos un amplio abanico de sensaciones.
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